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Bienvenidos , al aula para padres

Desde esta pagina queremos acercar la escuela 4-145 a los padres , y por qué no acercar los padres a la escuela y al desafio de Educar a Nuestros Jovenes , desde ya gracias por cualquier aporte o consulta.

Cómo ayudar a nuestros hijos en los estudios

La tarea educadora de los hijos es un derecho y deber primario que tienen los padres. El resto de las instituciones que aparecen a lo largo de la escolaridad de un niño tratan de educarlo por delegación implícita que hacen los padres de ese derecho primero. Pero delegar una tarea, no quiere decir olvidarse, es por ello, que los padres no pueden omitir el derecho y deber primero a la educación de sus vástagos.

La interrogante que surge es.¿cómo ayudar a nuestros hijos en los estudios?, a esta pregunta vamos a tratar de darle respuestas:

1.- Creando un ambiente de estudio en casa

El ambiente que nos rodea es la influencia que tiene en nosotros el entorno que nos rodea. Watson uno de los iniciadores del conductismo en psicología, ya decía: “Dadme un niño y podré hacer de él o un criminal o un santo”. Con ello quería poner de manifiesto la influencia decisiva que tiene el entorno que nos rodea en la personalidad o en la manera de conducirnos. Somos lo que hemos aprendido a ser.

Crear un ambiente no es la actuación de unos días concretos, sin continuidad de manera esporádica para tratar de conseguir unos objetivos educativos. Crear un ambiente significa una actuación sistemática, perseverante para conseguir los objetivos marcados.

¿Cómo se crea el ambiente de estudio?:

Incidiendo desde todos los planos posibles para conseguir el objetivo, es decir, desde los valores a fomentar, ser laboriosos, ser constante en las tareas, valorar el esfuerzo, etc.
Cuidando los detalles materiales que favorezcan el trabajo: que exista un sitio para estudiar, este lugar deberá reunir algunas condiciones mínimas del tipo de las siguientes: aislamiento de ruidos y cosas que distraigan; iluminación suficiente; silla y mesa de trabajo funcionales para las tareas que se realizan normalmente.
Respetando los padres el tiempo de tareas sin interferir con otros encargos que puedan surgir, que la televisión no esté puesta en el tiempo de trabajo, etc.
Creando hábitos de estudio, es decir, repitiendo siempre el mismo horario de estudio, de trabajo.. en un ambiente de silencio.
Aprovechando los padres el tiempo de estudio para realizar ellos, si es posible, diversos trabajos que tengan pendientes para que sus hijos los puedan ver como modelos que van por delante y son dignos de imitar.
Teniendo un material base para el estudio: diccionarios, enciclopedias, libros de consulta.
Promoviendo para el tiempo libre actividades que tengan que ver con la cultura, con la lectura, con el afán de saber más.

2.- Los padres han de ir por delante en su afán por la cultura

Si los padres tiene, por ejemplo, curiosidad intelectual, afán de saber y afición por la lectura, serán un ejemplo estimulante para el estudio de sus hijos.

Los padres tienen que preguntarse hasta qué punto fomentan, sobre todo con el ejemplo, la cultura familiar. En este punto puede surgir la pregunta de cómo van a hacerlo, si los padres posiblemente no tienen el nivel de estudios idóneo, no son universitarios, y apenas pueden responder a las preguntas que les plantean sobre las dudas en las tareas escolares. En este punto hay que decir, que los hijos no piden un profesor particular en los padres, sino la coherencia en su preocupación por los temas culturales, su sensibilidad ante lo artístico, el afán de saber que han mostrado en su trayectoria personal. Son manifestaciones de esa sensibilidad cultural, la existencia de una biblioteca familiar, las revistas que entran, las conversaciones que se tienen, etc.

3.- Manteniendo una estrecha colaboración con el tutor y profesores de los hijos

Padres y profesores están metidos en una misma tarea: la educación de los niños, por ello, se ha de tirar unos y otros en la misma dirección y se precisa de una colaboración mutua.

En este punto como en tantos otros, hemos de estar en el término medio, no pasarse por un extremo ni por el otro. Hemos de estar en contacto con los profesores, pero no podemos estar un día si y otro no requiriendo información del profesor sobre cómo va nuestro hijo, porque ello puede resultar agotador para el profesorado. Tampoco hemos de pasarnos por el otro extremo, el no aparecer por el centro, el que nos desconozcan, por mucho que requieran nuestra presencia.

Término medio puede ser una entrevista en cada evaluación, en otros casos que nuestro hijo requiere una tutorización mayor por el colegio y los padres, la periodicidad de la reunión puede ser una vez al mes.

Los aspectos que se pueden tratar en esas entrevistas pueden ser:

Intercambiar información sobre la forma de ser: conducta del hijo estudiante: que capacidades mentales tiene más y menos desarrolladas y cómo las usa.
Qué disposición tiene hacia el estudio: ir tirando con el mínimo esfuerzo, muestra interés o no, es perseverante en lo que se propone o enseguida abandona...
Cómo estudia: qué dificultades principales encuentra en la realización de su trabajo, en qué necesita mejorar en concreto.
Que valores son los que se insiste en casa, y cuáles son los que se proponen en el centro.

Esta información del centro educativo se obtiene sobre todo a través de entrevistas periódicas entre padres y profesores. Conviene que los padres acudan a dichas entrevistas habiendo pensado que tipo de información necesitan y qué tipo de información pueden, a su vez, facilitar al tutor o a los profesores.

Convendrá fijarse conjuntamente algún objetivo común para la actuación de los padres y del centro. Conviene que sea preciso y medible, para que en la próxima entrevista que se tenga, empezar por la revisión del objetivo marcado, cómo ha ido, qué dificultades han surgido, cómo adaptarlo para ahora, etc.

En el intercambio de información bidireccional entre padres y profesor, ocurrirá que el profesor o los padres no pueden proporcionar la información sobre algún dato concreto que se le pide. Esto es perfectamente comprensible. Pero los padres no deben por ello renunciar a conseguir lo que se proponían. Pueden pedir al tutor que consiga esa información para la entrevista siguiente, bien a través de su observación personal, bien a través de otras personas de entre las que trabajan en el centro educativo (profesores de las diferentes asignaturas, psicólogo, etc.).

4.- Orientando a los hijos en el manejo de las técnicas de estudio

Los buenos resultados en el estudio depende de querer estudiar, saber estudiar y hacerlo, es decir nos estamos refiriendo a la motivación, a las técnicas de estudio y a la fuerza de voluntad para realizar lo previsto.

Ahora nos vamos a referir a la importancia de tener la suficiente competencia en el manejo de las técnicas de estudio. Éstas son el instrumento del trabajo intelectual, y de igual modo que si quisiéramos tener un jardín arreglado necesitamos de un instrumental: azada, rastrillo, tijeras.... para realizar nuestro propósito, de igual modo nuestra inteligencia necesita de un instrumental para ser eficaz en el estudio. Por otra parte, nuestro método de estudio siempre es perfeccionable, siempre algo se puede hacer mejor con el menor esfuerzo, mejor y en el menor tiempo posible.

Hay que decir que el primero y principal instrumento que se necesita para el estudio es la lectura, de manera que nuestro hijo tenga las suficientes habilidades en comprensión, velocidad y entonación correcta en la lectura. Si este aspecto básico no se ha desarrollado en su momento con la suficiente eficiencia, posteriormente será la causa originaria del fracaso escolar que aparecerá.

Otras técnicas de estudio que nuestro hijo debe manejar adecuadamente son:

Saber organizarse el tiempo.
Saber hacer esquemas, resúmenes.
Saber subrayar un texto.
Pasos a seguir para estudiar un tema.

Es muy probable que en el centro educativo haya un plan de acción tutorial en el que figurarán la impartición a los alumnos de las técnicas de estudio, pero a veces no se practica lo suficiente, y los padres tienen que suplir en ello.

Así pues, la primera tarea es detectar en qué falla nuestro hijo, los defectos de estudio más comunes son: memorismo, estudiar sólo para el examen, dependencia excesiva del profesor y del libro de texto (falta de iniciativa), no saber distinguir lo importante de lo secundario, dificultad para expresar oralmente y por escrito, dificultad para relacionar y sintetizar conocimientos, mal uso del tiempo...

Una vez que entendemos en qué falla y en qué hay que actuar, habrá que hacer un plan para tratar de superar esos puntos débiles.

5.- Animando al estudio sin sermonear

Hay que empujar al estudio sin que se note, sin sermonear, ya que el insistir en un mensaje con oportunidad y sin ella en los adolescentes, puede ser contraproducente. Sermoneamos en la medida que insistimos demasiado en un punto sin que sea el momento oportuno para ello.

Hemos de valorar el esfuerzo y la dedicación de nuestro hijo al estudio más que sus resultados. No ha de centrarse toda la valoración de su hijo en sus notas. Hay que mirarle como persona y en un contexto más amplio que el mero rendimiento académico.

Resaltar sus propios progresos, aunque no estén a la altura de lo que a nosotros como padres nos gustaría. Hay que dar tiempo, lo importante es que vaya subiendo cota, aunque en un momento parezca que está retrocediendo. Recuerden que los éxitos, aunque sean o nos parezcan pequeños, son una pieza clave para mantener el interés.

No poniendo, de entrada, las metas demasiado lejos, para que no cunda el desánimo. Por regla general, son más eficaces los pactos familiares sobre aspectos concretos y con refuerzos también concretos, que los grandes discursos de los que se suele abusar.

6.- Procurando las ayudas pedagógicas oportunas cuando sea necesario

Cada hijo tiene su propio ritmo de aprendizaje, los puntos fuertes en el conocimiento y materias en las que presenta lagunas o dificultades. A estos alumnos hay que dar la respuesta pedagógica adecuada, que puede ir desde nuestra ayuda personal hasta ponerle un profesor particular.

Vamos a analizar algunas de las posibles respuestas:

a) Encargarse los padres.

Teóricamente parece una de las más idóneas porque el conocimiento profundo que los padres tienen de sus hijos les lleva a saber exactamente qué es lo que tiene que superar su hijo, además los padres están revestidos de una autoridad que no tienen otros que pueden intervenir, como son los hermanos.

La dificultad que tiene esta opción es que los padres han de disponer de suficiente tiempo para poder dedicarlo a la ayuda escolar de los hijos. Asimismo han de tener los suficientes conocimientos para ayudar a sus hijos en esas materias.

b) Encargarse algún hermano mayor.

Tiene la ventaja de hacer partícipe a un hermano mayor de la responsabilidad de ayudar a un hermano. Esto crea más unidad familiar entre los miembros al tener un propósito común. Otra ventaja es que entre alumnos se explican de manera más didáctica y con el mismo lenguaje las cosas que tienen dificultades.

Puede tener la dificultad de la falta de autoridad que tiene un hermano de manera que no siga las indicaciones que se le hacen. Otra dificultad es la falta de perseverancia en el encargo que se ha asignado a ambos cuando surgen las dificultades. Suele pasar que el hermano a quien se le ha encargado la atención académica, se escude en que él tiene bastante que hacer y no puede perder el tiempo con su hermano, que además no responde a veces a sus indicaciones.

Para subsanar estas dificultades puede ser conveniente asignarle una paga al hermano con el fin de darle más seriedad y responsabilidad.

c) Tener un profesor particular.

Que puede reforzar aquellas materias en las que tiene más dificultades. Para que un profesor particular sea una ayuda para nuestro hijo, hemos de tener en cuenta los siguientes puntos:

Los contenidos que se vean en las clases particulares han de estar supeditados y ser complementarios a los que se desarrollan en el centro educativo por el profesor de esa materia.
Es conveniente que sea una situación provisional, durante un tiempo. Hemos de tener en cuenta que lo normal es que vaya avanzando por los distintos cursos sin que necesariamente precise de un profesor particular. Se requerirá para situaciones extraordinarias: unos suspensos que indican lagunas importantes, dificultades significativas con área determinada, promocionar a un curso superior sin tener afianzado el anterior, cuando el niño no pueda seguir el ritmo normal de la clase....Sin embargo, puede pasar que lo extraordinario se convierta en ordinario.
Los padres deberán contar con la opinión del tutor y otros profesores. De esta forma, en caso afirmativo puede establecerse, además, una colaboración entre el profesor particular y los profesores del centro.

7.- Siguiendo el quehacer diario sin agobiar

Hemos de seguir el día a día del quehacer diario. El criterio es que cuanto más pequeños más de cerca hemos de hacer el seguimiento de las tareas de nuestros hijos, cuando van siendo más mayores y han ganado en autonomía y responsabilidad, les podemos dar más distancia en el seguimiento.

Hay que saber qué exámenes tienen, qué resultados están obteniendo, con qué dificultades se encuentran, cuáles son sus actitudes, disposiciones....

Hay que guardar un equilibrio entre dos posturas extremas, una hacer un seguimiento pormenorizado, que puede resultar agobiante a nuestros hijos, y que en algún momento determinado hay que seguir esa estrategia porque requiere una tutorización especial, pero que si se aplica más tiempo puede ser contraproducente. Y la otra postura es no preocuparnos por sus cosas, seguirlo a mucha distancia, de manera que indique despreocupación por nuestra parte. El criterio como se ha dicho antes es ir de más seguimiento a menos según va teniendo más años, pero cada caso es único.

Un objetivo educativo que hemos de marcarnos los padres es que tengan la suficiente madurez y autonomía para organizarse nuestros hijos en el tema de los estudios, y también sería extensible a otros ámbitos. Pero centrándonos en el primero, lo deseable sería que cuando están en el primer ciclo de la enseñanza secundaria obligatoria, es decir, con 13-14 años, nuestros hijos se pudieran organizar por si mismos el horario de estudio, si se van a levantar por la mañana o se quedan por la noche porque tienen un examen....

Hemos de tener en cuenta, que los padres podemos mandar que estudien, que hagan esto o aquello otro, pero esto se puede hacer cuando tienen pocos años, porque aceptan nuestras indicaciones sin rechistar, pero cuando llegan a la adolescencia, si no va saliendo de ellos mismos el hacer las cosas, porque entienden que así lo tienen que hacer, poco podremos hacer con imposiciones si nuestros hijos no están dispuestos a estudiar.

Para ir consiguiendo esta meta educativa, los padres tenemos que empezar desde pequeños, poco a poco, que sean ellos los que hacen las cosas porque así lo van decidiendo, con autonomía, aunque a veces haya que mandarles, pero con la tendencia que sean los que llevan las riendas de los estudios.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Educar en la asertividad

Qué es la asertividad

En primer lugar debemos recordar el concepto de asertividad. OLGA CASTANYER, en su libro "La asertividad: expresiónde una sana autoestima" [Ed. Desclée de Brouwer, 6ª edición, 1997], lo define de forma sencilla como la capacidad de autoafirmar los propios derechos, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás. La persona asertiva conoce sus propios derechos y los defiende, respeta a los demás, por lo que no piensa ganar en una disputa o conflicto sino que busca de forma positiva los acuerdos.

En pocas palabras podemos decir que la persona asertiva:

1.-Sabe decir "NO" o mostrar su postura hacia algo:
Manifiesta su propia postura ante un tema, petición, demanda.
Expresa un razonamiento para explicar/justificar su postura, sentimientos, petición.
Expresa comprensión hacia las posturas, sentimientos, demandas del otro.
2.-Sabe pedir favores y reaccionar ante un ataque:
Expresa la presencia de un problema que le parezca debe ser modificado.
Sabe pedir cuando es necesario.
Pide clarificaciones si hay algo que no tiene claro.
3.-Sabe expresar sentimientos:
Expresa gratitud, afecto, admiración...
Expresa insatisfacción, dolor, desconcierto...
Una vez que hemos recordado estas premisas nos toca ahora ver cómo hacemos para trasladar estos conocimientos a los hijos que como sabemos, están en formación y requieren nuestra atención y cuidados.

Sabemos que nuestros defectos y virtudes son fruto de las experiencias y mensajes que en su día nos transmitieron los mayores que nos rodeaban y ahora somos nosotros quienes tenemos la responsabilidad, la obligación de influir en los más pequeños y educarlos según los patrones de conducta más adecuados y entre ellos está el de ser asertivos. La asertividad se aprende, no es innata. Se aprende con la práctica y debemos reconocer que es una obligación moral enseñarles a saber estar y comportarse tanto con los iguales como con los adultos.


Principios básicos para aprender a ser asertivos

Para llegar a conseguir este fin de transmitir al niño la conducta asertiva debemos tener en cuenta unos PRINCIPIOS BÁSICOS de los que debemos destacar el ambiente que rodea al individuo. El ambiente influye en la autoestima de tal forma que un niño quees querido y respaldado y él lo siente así, desarrollará una sana autoestima y una seguridad en sí mismo. Por otro lado, unido al ambiente encontramos las personas que rodean al niño, esto es, los padres y profesores que resultan importantísimos para el niño puesto que son los que refuerzan las conductas positivas y son los modelos a imitar por los más pequeños..

Según lo que acabamos de decir, existen unas ACTITUDES GENERALES a tener en cuenta para educar en la asertividad y que además influyen en la construcción de una adecuada autoestima. Estas actitudes las podemos enunciar del siguiente modo:

1. Atención a las proyecciones: los adultos tendemos a proyectar nuestros propios temores y experiencias negativas en los hijos. Protegemos a los niños cuando anteriormente hemos sufrido burlas y los hacemos desconfiados. Esta actitud la transmite el padre con sus actitudes, sus comentarios... (cuando estamos continuamente pendientes de lo que los demás dicen de nosotros...) A cambio, lo que debemos hacer es aceptar al niño con sus ideas y actitudes y dejarle tener las experiencias. El papel del adulto en este caso es transmitir al niño su opinión si éste la pide y únicamente limitarnos (mientras esto no ocurra) a aconsejar o contar nuestras propias experiencias huyendo de los planteamientos categóricos y del establecimiento de reglas.

2. No confundir un error puntual con una característica de la personalidad. Debemos cuidar los mensajes que dirigimos a los niños y la forma de hacerlo. Un niño que de forma reiterada recibe el mensaje de que es malo, termina asumiendo ese rol, creyendo que realmente es malo porque además recibe el mensaje de alguien en quien confía que puede ser su madre, su padre o su maestro.

3. Las expectativas hacia los niños deben ser razonables y adecuadas a su nivel y edad. A cada nivel madurativo le corresponden unas pautas de conducta. El problema para los niños se presenta cuando se les exigen cosas para las que todavía no se encuentran preparados (determinadas responsabilidades...)


Cuando vemos que el niño no es asertivo...

Tanto en la escuela como en casa podemos intervenir para ayudarle salvando las diferencias del medio y los factores que pueden influir. La asertividad se puede enseñar de forma indirecta (se trata de todo lo que podemos influir en el niño sin que él se dé cuenta) o directa (con técnicas concretas).

Para empezar con las formas indirectas debemos, en primer lugar, describir objetivamente el "problema" que presenta el niño y una forma sencilla es la de escucharle, dedicarle tiempo para descubrirlo, ser empáticos (ponernos en su lugar y ver el problema desde su punto de vista. Cuando el niño no toma la iniciativa a contarnos cómo se encuentra, qué le pasa, debemos ser nosotros los que demos el primer paso pero para ello es fundamental (como decíamos antes) encontrar ese tiempo que muchas veces no encontramos o no queremos encontrar. En realidad se trata de ser empáticos con el niño, es decir, ponernos en su lugar y ver el problema desde su punto de vista. Por otro lado, en este proceso de ser más asertivos, debemos hacerles conscientes de algo que suele pasar desapercibido y son los "derechos". Es a través de las conversaciones diarias, comentando noticias… como podemos introducir el tema de los derechos y así el niño irá incorporando a sus conocimientos el de la existencia de unos derechos que él tiene que respetar, pero que también han de respetarse en él.

Una buena idea es reforzar las capacidades. Cuando el niño se comporte de forma correcta, es adecuado dirigir un halago hacia el chico como "muy bien, has demostrado que eres capaz para controlar la situación y decidir por ti mismo". Ya sabemos que el halago como elogio que es, debemos aplicarlo con cuidado y no abusar de él porque puede perder el efecto deseado e incomodar al niño. Como criterio a seguir podemos considerar que cuando una conducta está instaurada no precisa ser alabada y nos debemos fijar en otra conducta más difícil o todavía por conseguir.

Por último, hay que cuidar el lenguaje con que nos dirigimos a los niños. Debemos reflexionar si nos dirigimos de forma positiva y constructiva ("la próxima vez hazlo mejor") o negativa y destructiva ("no debes hacer así esto") El lenguaje positivo implica expresarse de forma afirmativa y fijarse en lo positivo. El lenguaje negativo hace hincapié en lo erróneo, en los defectos…

Pasemos ahora a analizar las formas directas que tenemos a nuestro alcance para enseñar en la asertividad. En numerosas ocasiones el individuo conoce su dificultad para afrontar un problema de relación con los demás aunque sí es consciente de que ese problema existe. Es decir, sabe qué debe hacer pero no sabe cómo hacerlo. Para superar esa situación es necesario que los adultos guiemos su comportamiento, analicemos con él la situación que lleva a que el niño se sienta incómodo, los antecedentes que la caracterizan y las consecuencias que siguen. En definitiva, debemos formar "equipo" con él. Lo primero que hay que transmitir es seguridad, confianza en que el problema tiene solución y los adultos tienen que ser los primeros en creérselo. Esto que decimos tiene especial importancia en casos como el de los niños que se sienten acosados por algún compañero de clase y no sabe cómo afrontar el problema. Las consecuencias son que el niño está agobiado, angustiado, este estado emocional influye de manera negativa en su estado anímico y por supuesto en su rendimiento académico. En un caso similar, el adulto (padre, madre...) debe estar al lado del niño y ayudarle, analizando por qué se produce este acoso y cuál debe ser la respuesta del niño.

Por tanto, el adulto debe ensayar con el niño la situación problemática, imaginarse las situaciones problemáticas y peligrosas y afrontarlas. Es importante ofrecer al niño varias alternativas de conducta. Esto conlleva que el niño amplíe su capacidad de decisión. También es bueno ponerle al niño ejemplos concretos de casos similares que el adulto conozca y, si puede ser, explicar cómo se superó la situación.

Un principio importante a tener en cuenta es que no debemos esperar avances de forma inmediata. Al contrario, debemos considerar que hay que avanzar poco a poco, con seguridad y que el niño perciba cada avance como un éxito y esto redundará en aumento de seguridad.

La asertividad fue descrita inicialmente en 1949 por ANDREW SALTER como un rasgo de personalidad. (Ver "Educar en la asertividad"). Se pensó que algunas personas lo poseían y otras no, exactamente igual que ocurre con la extroversión o la tacañería. Sin embargo, más tarde fue definida por WOLPE (1958) y LAZARUS (1966) como "la expresión de los derechos y sentimientos personales", y hallaron que casi todo el mundo podría ser asertivo en algunas situaciones y totalmente ineficaz en otras. Por tanto, de lo que se trata es de aumentar el número y diversidad de situaciones en las que se pueda desarrollar una conducta asertiva.

En los años 70 algunos autores descubrieron que las personas que mostraban una conducta poco asertiva creían que no tenían derecho a sus sentimientos, creencias y opiniones. En el fondo, estas personas no estaban de acuerdo con la idea de que todos hemos sido creados de igual forma y que por tanto hemos de tratarnos como iguales.

Se tiene una conducta asertiva cuando se defienden los derechos propios de modo que no queden violados los ajenos. Además, se pueden expresar los gustos e intereses de forma espontánea, se puede hablar de uno mismo sin sentirse cohibido, se pueden aceptar los cumplidos sin sentirse incómodo, se puede discrepar con la gente abiertamente, se puede pedir aclaraciones de las cosas y se puede decir "no". En definitiva, cuando se es una persona asertiva hay una mayor relajación en las relaciones interpersonales.

Algunos piensan que el entrenamiento asertivo vuelve a personas agradables en irascibles y quejicas o frías y calculadoras. Esto no es cierto. Es derecho de cada uno protegerse ante situaciones que nos parezcan injustas o desmedidas; igualmente, cada uno conocer mejor que nadie lo que le molesta y lo que necesita.


Modelo de autoevaluación sobre la asertividad

La forma de interaccionar con los demás puede convertirse en una fuente considerable de estrés en la vida tanto para adultos como para niños. El entrenamiento asertivo permite reducir ese estrés, enseñando a defender los legítimos derechos de cada uno sin agredir ni ser agredido.

Antes de continuar leyendo, será de utilidad escribir cuál sería, con mayor probabilidad, la respuesta en las siguientes situaciones problema. Las preguntas están planteadas pensando en un chico adolescente. Resulta fácil cambiar el planteamiento para aplicárselo uno mismo o a un niño más pequeño. Se pretende hacer reflexionar a la persona sin pretender la obtención de una puntuación y, si puede ser, motivar el diálogo y el análisis en casa o en grupo.



Planteamientos sobre la asertividad

A continuación podemos consultar una lista de suposiciones tradicionales que pueden haberse aprendido en la infancia y que impiden a la persona convertirse en un adulto asertivo. Cada padre debe conocer estos supuestos y derechos legítimos para darlos a conocer a sus hijos. Cada una de estas suposiciones falsas viola uno de sus derechos legítimos como individuo:


SUPOSICIONES TRADICIONALES ERRÓNEAS

LEGÍTIMOS DERECHOS

Es ser egoísta, anteponer las necesidades propias a las de los demás.

Algunas veces, usted tiene derecho a ser el primero

Es vergonzoso cometer errores. Hay que tener una respuesta adecuada para cada ocasión.

Usted tiene derecho a cometer errores.

Si uno no puede convencer a los demás de que sus sentimientos son razonables, debe ser que está equivocado o bien que se está volviendo loco.

Usted tiene derecho a ser el juez último de sus sentimientos y aceptarlos como válidos.

Hay que respetar los puntos de vista de los demás, especialmente si desempeñan algún cargo de autoridad. Guardarse las diferencias de opinión para uno mismo; escuchar y aprender.

Usted tiene derecho a tener sus propias opiniones y convencimientos.

Hay que intentar ser siempre lógico y consecuente.

Usted tiene derecho a cambiar de idea o de línea de acción.

Hay que ser flexible y adaptarse. Cada uno tiene sus motivos para hacer las cosas y no es de buena educación interrogar a la gente.

Usted tiene derecho a la crítica y a protestar por un trato injusto.

No hay que interrumpir nunca a la gente. Hacer preguntas denota estupidez.

Usted tiene derecho a interrumpir para pedir una aclaración.

Las cosas podrían ser aún peores de lo que son. No hay que tentar a la suerte.

Usted tiene perfecto derecho a intentar un cambio.

No hay que hacer perder a los demás su valioso tiempo con los problemas de uno.

Usted tiene derecho a pedir ayuda o apoyo emocional.

A la gente no le gusta escuchar que uno se encuentra mal, así que es mejor guardárselo para sí.

Usted tiene derecho a sentir y expresar el dolor.

Cuando alguien se molesta en dar un consejo, es mejor tomarlo seriamente en cuenta, porque suele tener razón.

Usted tiene derecho a ignorar los consejos de los demás.

La satisfacción de saber que se ha hecho algo bien es la mejor recompensa. A la gente no le gustan los alardes, la gente que triunfa, en el fondo cae mal y es envidiada. Hay que ser humilde ante los halagos.

Usted tiene derecho a recibir el reconocimiento formal por un trabajo bien hecho.

Hay que intentar adaptarse siempre a los demás, de lo contrario no se encuentran cuando se necesitan.

Usted tiene derecho a decir "no".

No hay que ser antisocial. Si dices que prefieres estar solo, los demás pensarán que no te gustan.

Usted tiene derecho a estar solo aun cuando los demás deseen su compañía.

Hay que tener siempre una buena razón para todo lo que se siente y se hace.
Usted tiene derecho a no justificarse ante los demás.

Cuando alguien tiene un problema, hay que ayudarle. Usted tiene derecho a no responsabilizarse de los problemas de los demás.

Hay que ser sensible a las necesidades y deseos de los demás, aun cuando éstos sean incapaces de demostrarlos.

Usted tiene derecho a no anticiparse a las necesidades y deseos de los demás.

Es una buena política intentar ver siempre el lado bueno de la gente.

Usted tiene derecho a no estar pendiente de la buena voluntad de los demás.

No está bien quitarse a la gente de encima; si alguien hace una pregunta, hay que darle siempre una respuesta. Usted tiene derecho a responder o a no hacerlo.


Síntomas sobre los que actúa

El entrenamiento asertivo ha demostrado ser efectivo en el tratamiento de la depresión, el resentimiento y la ansiedad derivada de las relaciones interpersonales, especialmente cuando tales síntomas han sido provocados por situaciones injustas. A medida que el individuo vaya volviéndose más asertivo empezará a reclamar el derecho a sentirse relajado y a ser capaz de dedicar tiempo sólo para sí mismo.


Tres estilos básicos de conducta interpersonal

El primer paso en el entrenamiento de técnicas asertivas es identificar los tres estilos básicos posibles en toda conducta interpersonal:

1. Estilo agresivo. Son ejemplos típicos de este tipo de conducta la pelea, la acusación y la amenaza, y en general todas aquellas actitudes que signifiquen agredir a los demás sin tener para nada en cuenta sus sentimientos. La ventaja de esta clase de conducta es que la gente no pisa a la persona agresiva, la desventaja es que no quieren tenerla cerca.

2. Estilo pasivo. Se dice que una persona tiene una conducta pasiva cuando permite que los demás la pisen, cuando no defiende sus intereses y cuando hace todo lo que le dicen sin importar lo que piense o sienta al respecto. La ventaja de ser una persona pasiva es que raramente se recibe un rechazo directo por parte de los demás; la desventaja es que los demás se aprovechan de uno y se acaba por acumular una pesada carga de resentimiento y de irritación.

3. Estilo asertivo. Una persona tiene una conducta asertiva cuando defiende sus propios intereses, expresa sus opiniones libremente y no permite que los demás se aprovechen de ella. Al mismo tiempo, es considerada con la forma de pensar y de sentir de los demás.

La ventaja de ser asertivo es que puede obtenerse lo que se desea sin ocasionar trastornos a los demás. Siendo asertivo se puede actuar a favor de los propios intereses sin sentirse culpable o equivocado por ello; igualmente dejan de ser necesarios la docilidad extrema, el ataque verbal o el reproche, y estas formas de actuación pasan a verse como lo que son, formas inadecuadas de actuación que crean dolor y estrés.

Antes de empezar a desarrollar una conducta asertiva hay que tener bien claro el hecho de que tanto el estilo de conducta agresivo como el pasivo, generalmente no sirven para lograr lo que se desea.


Lenguaje corporal

Otro paso en el entrenamiento asertivo es el desarrollo de un lenguaje corporal adecuado. A continuación se indican cinco reglas básicas que es conveniente practicar delante del espejo.

Mantener contacto ocular con su interlocutor.
Mantener una posición erguida del cuerpo.
Hablar de forma clara, audible y firme.
No hablar en tono de lamentación ni en forma apologista.
Para dar mayor énfasis a las palabras, utilizar los gestos y las expresiones del rostro.

Técnicas asertivas

Para llegar a ser una persona asertiva hay que aprender a evitar la manipulación. Inevitablemente, nos encontraremos con estratagemas que intentarán impedir nuestros objetivos, desarrolladas por aquellos que pretenden ignorar nuestros deseos. Las técnicas que se describen a continuación son fórmulas que han demostrado ser efectivas para vencer dichas estratagemas y que sirven perfectamente en las relaciones interpersonales de todos los jóvenes en sus situaciones cotidianas.

Técnica del disco roto. Repita su punto de vista con tranquilidad, sin dejarse ganar por aspectos irrelevantes (Sí, pero… Sí, lo sé, pero mi punto de vista es… Estoy de acuerdo, pero… Sí, pero yo decía… Bien, pero todavía no me interesa).

Técnica del acuerdo asertivo. Responda a la crítica admitiendo que ha cometido un error, pero separándolo del hecho de ser una buena o mala persona. (Sí, me olvidé de la cita que teníamos para comer. Por lo general, suelo ser más responsable).

Técnica de la pregunta asertiva. Consiste en incitar a la crítica para obtener información que podrá utilizar en su argumentación. (Entiendo que no te guste el modo en que actué la otra noche en la reunión. ¿Qué fue lo que te molestó de él? ¿Qué es lo que te molesta de mí que hace que no te guste? ¿Qué hay en mi forma de hablar que te desagrada?)

Técnica para procesar el cambio. Desplace el foco de la discusión hacia el análisis de lo que ocurre entre su interlocutor y usted, dejando aparte el tema de la misma. (Nos estamos saliendo de la cuestión. Nos vamos a desviar del tema y acabaremos hablando de cosas pasadas. Me parece que estás enfadado).

Técnica de la claudicación simulada (Banco de niebla). Aparente ceder terreno sin cederlo realmente. Muéstrese de acuerdo con el argumento de la otra persona pero no consienta en cambiar de postura (Es posible que tengas razón, seguramente podría ser más generoso. Quizá no debería mostrarme tan duro, pero…).

Técnica de ignorar. Ignore la razón por la que su interlocutor parece estar enfadado y aplace la discusión hasta que éste se haya calmado (Veo que estás muy trastornado y enojado, así que ya discutiremos esto luego).

Técnica del quebrantamiento del proceso. Responda a la crítica que intenta provocarle con una sola palabra o con frases lacónicas (Sí… no… quizá).

Técnica de la ironía asertiva. Responda positivamente a la crítica hostil (Gracias…).

Técnica del aplazamiento asertivo. Aplace la respuesta a la afirmación que intenta desafiarle hasta que se sienta tranquilo y capaz de responder a ella apropiadamente. (Prefiero reservarme mi opinión al respecto… No quiero hablar de eso ahora).

Estrategias de bloqueo

Te resultará de utilidad prepararte contra ciertas estrategias típicas que intentarán bloquear y atacar tus respuestas asertivas. Algunas de las más enojosas son:

Reírse. Responder a su reivindicación con un chiste (¿Sólo tres semanas tarde? ¡Yo he conseguido ser todavía menos puntual!) Utilice en estos casos la técnica para procesar el cambio (Las bromas nos están apartando del tema) y la del disco roto (Sí…, pero).

Culpar. Culparle a usted del problema (Haces siempre la cena tan tarde que luego estoy demasiado cansado para lavar los platos) Utilice la técnica de la claudicación simulada (Puede que tengas razón, pero tú estás rompiendo tu compromiso de lavar los platos), o simplemente no se muestre de acuerdo (Las diez es una buena hora para lavar los platos)

Atacar. Consiste en responder a su afirmación con un ataque personal del siguiente tipo: "¿Quién eres tú para molestarte porque te interrumpan? ¡eres la fanfarrona más grande que conozco!" Las mejores estrategias en estos casos son la técnica de la ironía asertiva (Gracias) junto con la del disco roto o la de ignorar (Veo que estás de mal humo, ya hablaremos más tarde).

Retrasar. Su reivindicación es recibida con una "Ahora no, estoy demasiado cansado" o "Puede que en otra ocasión…" Utilice en estos casos la técnica del disco roto o insista en fijar una fecha para discutir el asunto.

Interrogar. Consiste en bloquear cada una de sus afirmaciones con una serie continuada de interrogantes: "¿Por qué te sientes así?… Todavía no sé por qué no quieres ir… ¿Por qué has cambiado de opinión?" La mejor respuesta es utilizar la técnica para procesar el cambio (Porque no es ese el problema. La cuestión es que no quiero ir esta noche).

Utilizar la autocompasión. Su reivindicación es recibida con lágrimas y con la acusación implícita de que usted es un sádico. Intente seguir adelante con su guión, utilizando la técnica del acuerdo asertivo (Sé que te resulta doloroso, pero tengo que resolverlo).

Buscar sutilezas. La otra persona intenta discutir sobre la legitimidad de sus sentimientos o sobre la magnitud del problema, etc., para así distraer su atención. Utilice en estos casos la técnica para procesar el cambio (Nos estamos entreteniendo en sutilezas y apartándonos de la cuestión principal), junto con la reafirmación de su derecho a sentirse como se siente.

Amenazar.Su interlocutor intenta amenazarle con frases como esta: "Si sigues con la misma cantinela, vas a tener que buscarte otro novio" Utilice en estos casos la técnica del quebrantamiento del proceso (Quizá) y la de la pregunta asertiva (¿Por qué te molesta mi petición?) También puede utilizar la técnica para procesar el cambio (Eso suena a amenaza) o la de ignorar.

Negar. Consiste en hacerle creer que usted se equivoca: "Yo no hice eso" o "De verdad que me has malinterpretado" Reafírmese en lo que ha observado y experimentado y utilice la técnica de la claudicación simulada (Puede parecer que estoy equivocado, pero he observado que…).

Aprender y mejorar en habilidades sociales

Este artículo se encuentra íntimamente relacionado con otro titulado “Los hijos y las habilidades sociales”. Este último está más orientado a los jóvenes y adolescentes, mientras que en el presente artículo nos queremos centrar más en el inicio, en cómo dar a conocer a los hijos una habilidades sociales básicas que les permitan relacionarse mejor con las personas de su entorno, además de conocer qué son las habilidades sociales y si trabajarlas está al alcance de las familias.

Seguro que en muchas ocasiones los mayores (padres, abuelos...) le han dicho a un niño: “¿qué se dice?” (cuando llegan a un sitio o cuando se le regala algo...), “tú cuando llegues tienes que decir...” (para indicar que tiene que saludar...). Identifican estas situaciones ¿verdad?. En realidad, la familia enseña habilidades sociales. Lo que ocurre es que, con el tiempo, esta preocupación de enseñar lo que vulgarmente llamamos buenos modales, se olvida, porque consideramos que el niño ya sabe comportarse en el entorno social al que pertenece y sabe desenvolverse. Eso es un error. Los mayores deben estar constantemente pendientes del comportamiento de los niños y dar pautas concretas y exactas de cómo deben comportarse con los compañeros, vecinos, resto de la familia, etc.

El presente artículo pretende dar pautas a los padres para enseñar o ayudar a transmitir a los niños qué son las habilidades sociales, tipos, características y cómo mejorar.

CONCEPTO

Tener habilidades sociales significa saber comportarse en el entorno en que vivimos y definen la forma en que nos comportamos y lo que decimos cuando estamos con los demás. Hay buenas maneras y malas maneras de hablarle a la gente y de comportarnos con las personas. Al aprender las habilidades sociales aprendemos las buenas maneras de hacerlo. A los niños hay que decirles: “si tienes unas buenas habilidades sociales seguramente tendrás más amigos y amistades que alguien que no las tenga. Te llevarás mejor con los maestros, compañeros de clase o de juegos y con tus familiares”.

TIPOS DE HABILIDADES SOCIALES

Hay muchos y diferentes tipos de habilidades sociales.
Unas son muy fáciles de llevar a cabo:
HACER UN CUMPLIDO cuando te gusta algo de una persona.
PEDIR UN FAVOR cuando necesitas algo.
DECIR GRACIAS cuando te ayudan.
SALUDAR, decir las buenas horas.

Otras habilidades son más difíciles:
Pedir un CAMBIO DE COMPORTAMIENTO a otros.
DECIR NO a un amigo cuando nos pide un favor, de forma que no se enfade.
RESOLVER UN CONFLICTO, un problema.
TRATAR CON LOS ADULTOS.

ELEMENTOS DE LA CONDUCTA HABILIDOSA

Los tres elementos de la conducta habilidosa son:

. la mirada
. la distancia interpersonal
. la postura

La mirada

La forma en que miramos es muy importante cuando nos relacionamos con los demás. Debemos mirar a una persona a los ojos o a la zona superior de la cara (zona que rodea los ojos). Si miramos a quien hablamos o escuchamos conseguiremos mayor respuesta que si estamos mirando hacia otro lado. Esto es indicativo de que seguimos la conversación y de que nos interesa. Sin embargo hay que tener en cuenta que un exceso de contacto ocular muy fijo y continuo puede resultar molesto a nuestro interlocutor. Si retiramos la mirada estamos indicando desinterés, timidez, sumisión o sentimientos de superioridad.

La distancia interpersonal

Existen distintas zonas:

a) Distancia íntima (0-50 cm): en esta zona se sitúan las personas amadas y familiares.
b) Distancia personal (50-125 cm): es el espacio personal de cada uno, una especie de esfera protectora que nos gusta mantener entre nosotros y el resto de los individuos.
c) Distancia social (1,25-3,5 m): es la distancia que se mantiene para trabajar en equipo o en relaciones sociales ocasionales.
d) Distancia pública (más de 3,5 m): es la que nos gusta mantener con los desconocidos (por ejemplo al caminar por la calle).

Hay situaciones en las que no se respetan estas distancias. Si una persona se sitúa en un tipo de distancia que no le corresponde entonces nos sentimos incómodos. Esto se produce en los dos sentidos, tanto si un desconocido se sitúa en nuestra distancia personal como si una persona muy cercana (por ejemplo nuestro hermano, hermana, primo, etc.) se mantiene alejado de nosotros y evita el acercamiento.

La postura

La postura es la posición que adoptan los miembros (brazos y piernas) de una persona con respecto al cuerpo, lo cual influye en la relación con otros. La postura de nuestro cuerpo es algo que nuestro interlocutor percibe a simple vista y por tanto hay que cuidar. La inclinación de nuestro cuerpo hacia la persona con la que hablamos es una muestra de atención y acercamiento, mientras que estar echado hacia atrás en la silla indica desinterés o rechazo.

¡CRUZAR LOS BRAZOS ESTÁ PROHIBIDO!. Tener los brazos cruzados se asocia con una actitud defensiva, mientras que la distensión y relajación de los brazos trasmite una actitud confiada. El mantener una conversación con alguien que tiene los brazos cruzados puede indicarnos que esa persona no pretende cambiar sus planteamientos.

TIPOS DE COMPORTAMIENTOS

Cuando los niños aprenden las habilidades sociales tienen que atender uno de los aspectos básicos más importantes, que es la diferencia entre varios tipos de comportamientos:

el comportamiento PASIVO
el comportamiento AGRESIVO
y un tipo especial de comportamiento o conducta que llamamos CONDUCTA ASERTIVA

Si una persona actúa de forma pasiva no se expresa a sí misma, se comporta como un ratón: deja que los demás niños le manden, le digan lo que tiene que hacer y no defiende sus derechos. Sus necesidades, opiniones o sentimientos son ignorados y, puede que los otros niños se aprovechen de él.

El comportamiento agresivo es el que se observa en los niños mandones, que meten miedo a los demás. Critican a los demás niños y los humillan, dejándolos en ridículo. Sólo se preocupan por conseguir lo que ellos quieren y cuando quieren. Rara vez se preocupan por los sentimientos de los demás y con frecuencia se meten en líos o peleas. Por su forma de ser tienen pocos amigos de verdad. Son los niños agresivos.

Queda, por último, dedicar unas líneas a la conducta ideal, la CONDUCTA ASERTIVA. La asertividad se refiere al hecho de comportarse tal y como uno es. Significa dejar que los demás sepan lo que sientes y lo que piensas de una forma que ofenda, pero que al mismo tiempo te permita expresarte.

También significa defender tus propios derechos e intentar siempre ser sincero, justo y honrado. La asertividad es solo una parte de las habilidades sociales, aquella que reúne las conductas y pensamientos que nos permiten defender los derechos de cada uno sin agredir ni ser agredido. Lo ideal sería que todos nosotros actuásemos de forma asertiva, ya que entonces pocas veces nos pelearíamos, perderíamos amigos o sentiríamos miedo de estar con los demás.

PRÁCTICAS

A continuación incluimos algunas situaciones cotidianas que viven los niños y donde pueden mejorar en sus relaciones con los demás. Son situaciones tipo destinadas para niños de Primaria, principalmente. Los padres que lean este artículo pueden plantearles estas situaciones para ver cómo reaccionan y actúan, o bien para preguntarles qué hacen cuando suceden en la vida real. De esta forma, también queremos fomentar el acercamiento y la comunicación entre los miembros de la familia.

Dar las gracias:

Le das las gracias al profesor por haberte ayudado:
NIÑO: Gracias, profe, por ayudarme a recortar con tijeras.
PROFE: De nada.

Le das las gracias a papá por haberte arreglado una camisa.
NIÑO: Gracias, papi, por dejarme la camisa tan bonita.
PAPÁ: De nada. Me gusta ayudarte.

Le das las gracias a un amigo que te ayudó a marcar gol.
NIÑO: Gracias por pasarme el balón.
AMIGO: De nada. Fue un gol bonito.

Presentarse:

Conoces en el colegio a un amigo nuevo.
NIÑO1: Hola, me llamo___________. ¿Cómo te llamas tú?
NIÑO2: Hola, yo me llamo___________ y quiero ser tu amigo.

Unos amigos de tus padres vienen a casa y te tienes que presentar.
NIÑO: Buenas tardes, me llamo___________ y tengo 6 años.
AMIGOS: Buenas tardes,____________.

Presentar a otras personas:

Tienes dos amigos que aún no se conocen.
NIÑO: Pedro, este es mi amigo Juan. Juan, este es Pedro.
2 NIÑOS: Hola (se saludan con la mano).

Le presentas un amigo a tu padre.
NIÑO: Papá, este es mi amigo __________.
PADRE: Hola___________, ¿cómo estás?
OTRO NIÑO: Estoy bien, gracias.

Hacer un cumplido:

Un amigo hizo un gran partido de fútbol.
NIÑO: Has jugado muy bien. Eres un gran futbolista.
AMIGO: Gracias. Me esforcé mucho.

Elogias a tu papá por hacerte una buena comida.
NIÑO: Papi, la comida me gustó. Eres un buen cocinero.
PAPÁ: Gracias.

Pedir un favor:

Se te olvidó traer colores y no puedes pintar.
NIÑO: Por favor, Pedro, ¿me prestas tus colores?
OTRO NIÑO: Claro que sí. Eres mi amigo.

En clase no entiendes algo que dijo el profesor.
NIÑO: Por favor, profe, ¿podría repetir lo que dijo?
PROFESOR: Bien, lo diré despacio.

Disculparse:

Has roto un cristal de la ventana de un vecino con tu pelota.
NIÑO: Ha sido sin querer. Lo siento mucho.
VECINO: Ten más cuidado cuando juegues.

Has estado molestando a un amigo.
NIÑO: Te pido disculpas. Estaba muy nervioso.
AMIGO: No tiene importancia. A mí me pasa a veces.

¿Para aprender hay que esforzarse?

En el artículo titulado “El valor del esfuerzo en la formación de la persona” se analiza qué se entiende por esfuerzo, cuál es la importancia que el Sistema Educativo da al esfuerzo, la relación del esfuerzo como valor de la persona con otros valores como la disciplina, la obediencia, el trabajo bien hecho, etc.

En el presente artículo queremos reflexionar sobre las posibilidades que existen de fomentar el valor del esfuerzo en el niño, la importancia que tiene el esfuerzo de la persona para un mejor aprendizaje, veremos cómo sí es posible que su hijo aprenda a esforzarse y enumeraremos (además de las ya citadas en el artículo citado) unas pautas concretas que usted, padre/madre, puede poner en práctica para ayudar a su hij@ a esforzarse.

Por ESFUERZO entendemos la “acción enérgica del cuerpo o del espíritu para conseguir algo”. También “empleo de elementos costosos en la consecución de algún fin” (Diccionario Espasa Calpe, 2001).

Algunos autores afirman que existe aprendizaje sin esfuerzo. Parte de verdad tienen porque hay que recordar que buena parte de las competencias funcionales que el individuo adquiere (la comunicación, la capacidad de andar, etc) se aprenden con muy poco esfuerzo. Si consideramos la segunda acepción de la definición de esfuerzo que hemos citado, el esfuerzo supone poner en juego “elementos costosos” ante una tarea, planificar los pasos que deberán realizarse, anticipar sus consecuencias, pensar en indicadores de progreso, supervisar la actividad mientras se realiza, revisar los resultados intermedios, introducir las correcciones necesarias, buscar alternativas de solución a un incidente no previsto,

evaluar la adecuación del proceso seguido y la pertinencia del producto obtenido, aprender de los errores cometidos para próximas tareas, y esto sustentado sobre mecanismos de automotivación que la persona debe crear como alimentar el propio interés, controlar la ansiedad, reducir los sentimientos de miedo a fracasar, persistir en el empeño, o pedir apoyo y ayuda cuando sea necesario.

Según lo anterior, el esfuerzo es también una cuestión de grado como sucede con la motivación. No hay una sola manera de esforzarse, sino muchas. El simple hecho de escuchar un momento a un adulto supone para muchos niños un esfuerzo enorme aunque no se impliquen en absoluto en la explicación. Debemos tener en cuenta que el esfuerzo en sí mismo no garantiza el aprendizaje. Sin esfuerzo es difícil que haya aprendizaje, pero a menudo el simple esfuerzo conduce únicamente al hastío o a aprendizajes de ínfima calidad.
EL ESFUERZO SE APRENDE. Hay quien dice que todo aprendizaje implica un esfuerzo. Un factor determinante del éxito escolar en todas sus etapas es el desarrollo, cultivo y afianzamiento de la voluntad de aprender. Esta voluntad de aprender posee un doble sentido: por un lado, se trata de un querer saber (actitud de atención hacia el mundo, nosotros mismos, etc.).
Por otro, es también un querer poner los medios para saber: quiere decir, estar dispuesto a movilizar la mayor cantidad de recursos posible para conseguir el aprendizaje mediante el esfuerzo. Es preciso presentar el esfuerzo como un progreso sostenido a lo largo de un proceso de aprendizaje.

Es en el periodo de 3 a 5 años cuando se deben establecer las bases para que el individuo pueda ir interiorizando la necesidad de esforzarse como parte esencial de su responsabilidad en el proceso educativo.
Para el aprendizaje del esfuerzo contamos con una serie de principios que orientan la enseñanza de estrategias de autorregulación del esfuerzo. Estos principios son tres:

Las estrategias se deben centrar en la comprensión de la necesidad de esforzarse en determinadas circunstancias y de ajustar ese esfuerzo al objetivo y condiciones de la tarea en cuestión.
Las estrategias han de permitir al niño tomar conciencia del conjunto de decisiones y operaciones mentales que pueden facilitar el mantenimiento y regulación de su esfuerzo.
Las estrategias han de focalizar el trabajo en la gestión de los factores emocionales que acostumbran a acompañar a aquellas actividades que exigen un cierto nivel de esfuerzo como pueden ser la ansiedad, el desánimo, la impotencia, la incertidumbre, etc.


Teniendo en cuenta estos principios, desde el primer momento, el adulto debe poner en juego una serie de

estrategias que se resumen en favorecer el interés y anclar en esa actitud las exigencias de un rendimiento cada vez mayor.
Los padres deben saber que en el Sistema Educativo se busca alcanzar la finalidad de la personalización del esfuerzo a través de los siguientes objetivos que también se han de buscar en el ámbito familiar:

1. Suscitar el interés de los chicos, diseñando una variedad de actividades motivadoras que promuevan o faciliten el esfuerzo y logren captar el interés del niño.
2. Ayudar a organizar la información y ofrecer las herramientas necesarias que posibiliten la adquisición de los conocimientos y refuercen la confianza en las propias capacidades.
3. Diseñar estrategias para superar las dificultades, disfrutar los logros y compartir unas y otras experiencias con los demás.
4. Mantener la continuidad en la exigencia.


Pero no en todos los ámbitos familiares se fomenta de igual manera el esfuerzo. Así nos encontramos distintas formas de actuar(2) o PATRONES DE CONDUCTA FAMILIAR a la hora de inculcar en los niños este valor:

1. No querer traumatizar a los niños obligándoles a esforzarse. Creen que “bastante se han esforzado y se esfuerzan ya ellos".
2. Incoherencia al obligar a sus hijos a esforzarse en determinados ámbitos, generalmente el académico, y no mostrar la misma firmeza ante otras cuestiones como pueden ser asumir responsabilidades en cuanto a hábitos de autocuidado, compartir tareas de la casa, prescindir de algo en beneficio de los demás..., convirtiéndose en “asistentes” de sus hijos y colaboran con la ingenua creencia de que si les liberan de estas tareas van a tener más energías y tiempo para estudiar.
3. Transmitirles un doble mensaje contradictorio: uno de modo explícito que consiste en insistir en el valor del esfuerzo para alcanzar y mantener metas de tipo material o de estatus social y otro implícito por la realidad percibida por el niño de unos padres insatisfechos por una vida extremadamente competitiva, falta de tiempo, estrés, etc. que hace preguntarse a los hijos si merece la pena esforzarse para alcanzar ese resultado.
4. Creer que es mejor no intervenir directamente en la educación de sus hijos “que la vida ya les enseñará lo que deben hacer y lo que cuesta ganarse las cosas” o bien “que la naturaleza ya se encargará de hacer su trabajo e irlos madurando”.
5. Pensar que la motivación implica entretenimiento y que básicamente ha de venir la escuela. “Mi hijo no aprende porque la escuela, los profesores o el método empleado no son atractivos para él”.
6. Obstinarse en que sus hijos se esfuercen por alcanzar metas adecuadas desde el punto de vista paterno, sin tener en cuenta las capacidades, motivaciones o intereses del niño.
7. Fijar la atención solamente en los comportamientos inadecuados y en las equivocaciones, potenciando, así, la inseguridad y la apatía.
8. Fomentar diferencias entre los roles de género, reforzando la elección de caminos distintos en función del sexo.

El problema con el que nos encontramos los adultos es que debemos enseñar a los niños a esforzarse, a comprender el valor y el sentido del esfuerzo, a esforzarse en la dirección adecuada. Para enseñar a esforzarse es imprescindible transmitir los BENEFICIOS DEL ESFUERZO. En primer lugar los conocimientos que producen una satisfacción íntima, ayudan a comprenderse a sí mismo y al mundo en el que nos ha tocado vivir. Nos ayudan a encontrar respuesta a las muchas preguntas que nos surgen; conocer las propias limitaciones y tener el valor suficiente para seguir arrancándole a la vida los innumerables secretos que encierra. En segundo lugar, los productos del conocimiento ya que gracias a ellos, el hombre ha evolucionado y ha conseguido mejorar su calidad de vida. Por último, el desarrollo de la propia personalidad. Con el esfuerzo, el hombre consigue el máximo de sí mismo.

BIBLIOGRAFÍA RELACIONADA CON EL TEMA:

ALONSO TAPIA, J.: “Motivar para el aprendizaje. Teorías y estrategias”
Edebé. Barcelona, 1997

BELTRÁN, J.A.; PÉREZ, L.: “Educar para el siglo XXI”
Síntesis. Madrid, 2000

ESCAÑO, J.; GIL DE LA SERNA, M.: “¿Favorecemos que nuestros hijos estén motivados por el trabajo del colegio? Cuestionario para padres y madres”
Aula de Innovación Educativa, nº 95. 2000

HUGUET, T.: “El papel de la familia en la motivación escolar del alumnado”
Aula de Innovación Educativa, nº 101

MARINA, J.A.: “El misterio de la voluntad perdida”
Anagrama. Barcelona, 1997

MONEREO, C.: “Ser estratégico y autónomo aprendiendo. Unidades de enseñanza estratégica para la ESO”
Graó. Barcelona, 2001

PÉREZ, L.; DOMÍNGUEZ, P.; DÍAZ, O.: “La educación de los más capaces: guía para educadores”
MEC. Madrid, 1998

Papel de la motivación en el aprendizaje

Entendemos por MOTIVACIÓN el conjunto de variables intermedias que activan la conducta y/o la orientan en un sentido determinado para la consecución de un objetivo. Se trata de un proceso complejo que condiciona en buena medida la capacidad para aprender de los individuos.
Es lo que mueve a la persona en una dirección y con una finalidad determinada; es la disposición al esfuerzo mantenido por conseguir una meta. Constituye, por tanto, un factor que condiciona la capacidad para aprender. Al igual que los intereses, depende en parte de la historia de éxitos y fracasos anteriores de la persona pero también del hecho de que los contenidos que se ofrezcan para el aprendizaje tengan significado lógico y sean funcionales.


En la motivación que un alumno llegue a tener desempeña un papel fundamental la atención y el refuerzo social que del adulto (profesor, padres...) reciba. Por eso son importantes las expectativas que los adultos manifiestan hacia el individuo y las oportunidades de éxito que se le ofrezcan.

Además hay que considerar la motivación como una amplia capacidad que precisa enseñar valores superiores como la satisfacción por el trabajo bien hecho, la superación personal, la autonomía y la libertad que da el conocimiento,... También, la motivación es una cuestión de procedimientos que implica un trabajo importante, utilizar autoinstrucciones, relacionar contenidos, trabajar en equipo, etc. Y por último, exige conocimiento sobre el riesgo que se corre en caso de fracasar en el intento o por el contrario, y más importante, la satisfacción que supone la obtención del éxito.

Podemos distinguir DOS TIPOS DE MOTIVACIÓN: una intrínseca que hace referencia a que la meta que persigue el sujeto es la experiencia del sentimiento de competencia y autodeterminación que produce la realización misma de la tarea y no depende de recompensas externas. Es el caso del niño que aprende la lista de jugadores de un equipo de fútbol porque realmente le llama la atención, le motiva, significa algo para él, y lo hace sin pretender ninguna recompensa, la aprende porque sí. Y la motivación extrínseca que estaría relacionada con la realización de la tarea para conseguir un premio o evitar un castigo. Como cuando un hijo ordena su habitación con el único fin de salir antes con los amigos y no porque realmente es necesario estar en un espacio ordenado porque resulta más cómodo. O como cuando hacen un recado para acercarse al quiosco y comprarse alguna golosina, etc.

ALONSO TAPIA en “Desarrollo Psicológico y Educación” de COLL, PALACIOS y MARCHESI, 1992 de Alianza Editorial, ha comprobado además que las personas con motivación intrínseca tienden a atribuir los éxitos a causas internas como la competencia y el esfuerzo, mientras que los individuos con motivación extrínseca tienden a hacerlo a causas externas, como el azar o las características de la tarea, con lo que estos chicos no se consideran capaces de controlar la consecución de las metas que persiguen.

Por todo lo anterior es importante destacar que la educación no debe limitarse a transmitir conocimientos, sino que debe además ser capaz de transmitir valores y actitudes positivas hacia la actividad escolar.

Además debemos apuntar que los sujetos con alta motivación persisten más en la tarea y por tanto es más probable que alcancen sus metas, hacen juicios independientes y se proponen retos sopesando cuidadosamente sus posibilidades de éxito, y el propio éxito alcanzado refuerza su forma adecuada de afrontar las tareas.

Los profesores saben que la motivación es consecuencia de la historia de aprendizaje. Hay que promover la motivación intrínseca, el proceso es interactivo,... Estos autores se preguntan ¿QUÉ ES ESTAR MOTIVADO? Para motivar a un individuo en el estudio, como en cualquier otra actividad, es necesario poner en juego un conjunto de estrategias concretas. Un primer paso en el medio escolar es hacer las clases atractivas a través, por ejemplo, de actividades lúdicas, novedosas, sorprendentes,... pero dependiendo del nivel educativo en que nos encontremos, sabemos que las situaciones escolares son con frecuencia arduas y requieren disciplina y esfuerzo. Es sabido que el trabajo escolar requiere esfuerzo, y debemos desterrar que el esfuerzo es sinónimo de aburrimiento; es necesario llegar a la conclusión que vale la pena esforzarse en actividades que realmente merezcan la pena.

Las CAUSAS DE LA DESMOTIVACIÓN en el individuo son muy variadas. Hay que buscar fundamentalmente en la estimulación que recibe o ha recibido la persona y en su historia de aprendizaje personal. Podemos encontrar explicación a esta pregunta en factores como la familia como primer agente, pero también en el condicionamiento de un medio social desfavorecido, los fracasos escolares que arrastre. La desmotivación supone la existencia de limitaciones contra las que es muy difícil luchar y vencer tales como las bajas expectativas y atribuciones inadecuadas, falta de hábitos, prejuicios, falta de conocimiento y habilidades y un largo etcétera frente a los es difícil obtener algún cambio.

JOSÉ ESCAÑO AGUAYO y Mª GIL DE LA SERNA LEIRA en “Motivar a los alumnos y enseñarles a motivarse” publicado en “Aula de innovación educativa” nº 101 de mayo de 2001 afirman que la desmotivación está en la base del fracaso escolar y, con frecuencia también, en los problemas de disciplina. Los problemas de motivación en el aula tienen difícil solución.

Por otro lado, no es correcto pensar que la actuación del adulto se base casi exclusivamente en invocar la disciplina o la voluntad como una habilidad que debe ejercitar el alumno con el fin de obtener los objetivos planteados.

¿CUÁLES SON LAS FUENTES PRINCIPALES DE MOTIVACIÓN? Los autores antes mencionados afirman en el mismo artículo que la familia es la primera variable y la más constante. La disposición para el aprendizaje se le inculca a la persona a través de las preguntas que se le hacen, los comentarios, sirviendo de modelo y ejemplo de conducta y actitud.

La familia es la primera variable y la más constante; la disposición para aprender se la enseñamos a nuestros hijos con nuestras preguntas y comentarios, o siendo modelo o ejemplo en nuestra vida cotidiana. En el ámbito familiar podemos llegar a citar tres aspectos que tienen una influencia destacada en la motivación escolar de los hijos:

su actitud ante el conocimiento y la escuela,

el tipo de relación afectiva que establece con su hijo, y

las destrezas y habilidades que despliega para motivarle y ayudarle en el trabajo escolar.
En el ámbito escolar sabemos que mientras que hay alumnos que realmente animan y ayudan al proceso de enseñanza y aprendizaje, otros, por el contrario, dificultan, entorpecen,... por lo que debemos reconocer que todo lo que se realiza en la escuela tiene una influencia mutua, existe una interdependencia entre la actuación del profesor y el comportamiento y actitudes que manifiesta el alumnado en general.

Como conclusión de este apartado hay que decir que la motivación la debemos entender como una capacidad más de la personalidad del individuo que es educable y que se puede desarrollar, pero que a su vez, exige una adaptación a muy distintos niveles. Para empezar a motivar a una persona hacia los estudios hay que considerar su historia e ir poco a poco sin pretender grandes avances de inmediato puesto que contamos con limitaciones ya citadas anteriormente. Los cambios precisan tiempo, son lentos. Para conseguirlos hace falta que las ayudas no desaparezcan, sean constantes.

Una vez analizado el papel que juega la motivación en el individuo es momento para exponer algunas ESTRATEGIAS CONCRETAS PARA MEJORAR LA MOTIVACIÓN sobre todo en el ámbito escolar pero de interés para el ámbito familiar siguiendo fundamentalmente a MARTINIANO ROMÁN y ELOÍSA DÍEZ en “Currículum y aprendizaje”. Esperamos que estas estrategias (cuya redacción hemos modificado ligeramente) ayuden al lector a tener una idea más clara de los procedimientos a llevar a cabo y actuaciones concretas para empezar un plan progresivo, paulatino, constante que durará, con seguridad, un tiempo más bien prolongado.

1. Evitar las críticas negativas ante los intentos de colaboración de los alumnos.

2. Estructurar la docencia en el aula de forma no excesivamente autoritaria mezclando la directividad con la aceptación de las decisiones de los alumnos.

3. Programar trabajos en grupo o sesiones donde cada alumno pueda colaborar según su nivel.

4. Valorar positivamente los comportamientos de trabajo o de estudio o en su defecto las aproximaciones.

5. El reconocimiento del éxito de un alumno o de un grupo de alumnos motiva más que el reconocimiento del fracaso y si aquel es público mejor.

6. Conocer las causas del éxito o el fracaso en una tarea determinada aumenta la motivación intrínseca.

7. El aprendizaje significativo crea motivación, no ocurre lo mismo con el aprendizaje memorístico y repetitivo.

8. Programar los contenidos y enseñarlos de forma que los alumnos puedan comprenderlos y aplicarlos con un nivel medio de dificultad.

9. Cuidar de que los alumnos con un bajo nivel de motivación consigan pequeños éxitos académicos para que aspiren en un futuro próximo hacia metas que exigen esfuerzos superiores.

10. Tener presente que los alumnos con baja motivación, en un principio suelen manifestar cierta resistencia a abandonar su deficiente situación motivacional puesto que temen que el posible cambio pueda aumentar su, ya de por sí, precaria situación.

11. Fomentar el trabajo cooperativo frente al competitivo.

12. Presentar tareas asequibles a las posibilidades de los alumnos.

13. Programar las actividades de la clase de forma que los alumnos puedan frecuentemente tomar decisiones. El profesor que da autonomía en el trabajo promueve la motivación de logro y la autoestima, aumentando así la motivación intrínseca.

14. Promover actividades en las que los riesgos de fracaso son moderados.

15. No exigir, dentro de lo posible, un programa que sólo se puede aprobar con un alto nivel de dedicación al estudio, puesto que los alumnos poco motivados no están dispuestos a dedicar dicho esfuerzo.

16. Llevar la clase con un nivel medio de ansiedad y evitar las situaciones extremas de máxima ansiedad o de aburrimiento.

17. Programar sesiones de diálogo por grupos de manera que los alumnos menos motivados puedan expresar sus opiniones sin miedo a ser rechazados por sus compañeros.

18. Realizar actividades o trabajos fáciles para los alumnos poco motivados, de manera que pueda valorar sus éxitos y su relativa dedicación.

19. Las tareas creativas son más motivantes que las repetitivas.


No obstante, si la familia quiere autoevaluar su actitud hacia la motivación de los hijos, y saber si motivan o no correctamente, si influyen de forma decisiva en una correcta motivación hacia el aprendizaje en los hijos, pueden responder al cuestionario que los autores JOSÉ ESCAÑO AGUAYO y Mª GIL DE LA SERNA LEIRA presentan en el artículo ¿Favorecemos el que nuestros hijos estén motivados por el trabajo del colegio? publicado en “Aula de Innovación Educativa”, nº 95 de octubre de 2000 donde plantean una serie de interesantes preguntas de reflexión agrupadas en cinco apartados y las claves para la corrección. Los cinco apartados son:
1. El interés por el tema de trabajo.
2. El sentimiento de sentirse competente para aprender.
3. El disponer de un proyecto personal.
4. La ayuda de sus profesores.
5. La ayuda de sus compañeros.

Dificultades más frecuentes en el estudio

Introducción

La vida escolar de los hijos puede pasar por distintas situaciones en cuanto al rendimiento académico. Hay algunos que siguen una trayectoria positiva siempre igual y constante en el rendimiento escolar. Hay otros que han ido bien en Primaria pero al llegar a Secundaria se produce una quiebra en su rendimiento. Otros hay que según van avanzando en los estudios mejoran su rendimiento.

Cuando surgen estas dificultades conviene afrontarlas cuanto antes, ya que lo que puede ser relativamente sencillo de corregir cuando se produce, pasado algún tiempo, tienden a cronificarse las dificultades y corregirlas es más dificultoso.

Cuando aparecen los problemas lo importante es enfrentarlos con serenidad, reflexión y rigor.

Al enfrentarnos al problema que plantea nuestro hijo hemos de tener en cuenta las siguientes consideraciones:

1º.- ¿En qué consiste básicamente el problema?

Un problema cuanto más precisado está tanto más fácil es encontrar la solución, al contrario cuanto más difuso e impreciso más difícil es darle respuesta.

Si es posible vamos a tratar de hacer operativo el problema, es decir, en lugar de decir “es un vago”, diremos que habitualmente no cumple el horario de estudio por la tarde, en lugar de decir “tiene dificultades en la lectura” diremos que no sabe entonar lo que lee, su comprensión lectora es escasa y le falta velocidad.

2º.- ¿Cuándo ha comenzado el problema y con qué frecuencia se da actualmente?

Puede ser que sea al pasar de un nivel educativo a otro, de un colegio a otro, de estar con un profesor y pasar a otra clase. Puede que aparezca según va teniendo más dificultades académicas, al juntarse con determinados compañeros....

3º.- ¿Cuáles son las causas del problema? ¿A qué lo atribuye el propio sujeto?

Saber la raíz del problema no siempre nos resulta fácil, trataremos de indagar en ello para clarificarnos. Bastante información nos puede aportar el que sepamos a que atribuye nuestro hijo el bajo rendimiento, tiene este aspecto tanto más valor, cuanto más maduro es el chaval, porque ahí nos está dando pistas de por donde pueden ir las dificultades.

4º.- ¿Qué hemos hecho hasta el momento para resolver las dificultades y qué resultado nos han dado esas estrategias?

Para afrontar un problema hay muy diversas estrategias que hay que valorar la idoneidad que tienen para tal fin. Habrá que desechar las que no han dado el resultado apetecido y buscar otras nuevas.

Vamos a ver las dificultades más frecuentes en los estudios y que podemos hacer con ellas:


1ª.- No estudiar o hacer como que se estudia

Se caracterizan por lo siguiente:
Pueden estar ante el libro bastante tiempo, pero sólo eso “estar” puesto que la cabeza la pueden tener en otro sitio bastante lejos.
Tardan demasiado tiempo para realizar las tareas.
Omiten un tiempo de trabajo, de estudio para realizar las tareas pendientes.
Se meten en su cuarto dos horas o el tiempo que sea y todo el mundo está convencido de que el niño está estudiando, pero estos chicos han podido pasarse la tarde entera haciendo un dibujo u oyendo los walkman.
Estrategias de intervención:

Este tipo de chavales tienen un déficit de hábitos importante. Los hábitos son recursos importantes para educar. Se adquieren por repetición de actos. La ventaja que tienen es que facilitan a la persona la realización de tareas que pueden ser costosas, como sucede con el estudio en los hijos.

Dedicar todos los días un tiempo al estudio, a la realización de las tareas. Empezar desde poco para ir subiendo según se vaya afianzando. Puede ser como tiempo orientativo, para un niño de Primaria en torno a media hora. Para uno de Secundaria alrededor de una hora.

Más vale poco tiempo y aprovechado que mucho y disperso.

Al ponerse a estudiar o trabajar darse un tiempo para cada una de las tareas que va a realizar y exigirse para tratar de hacerlo en el tiempo que se ha dado.

Hacerse un horario en el que haya tiempo para todo. Poner el estudio en los primeros momentos que se está más descansado.

2ª.- Estudiar los últimos días

Se caracterizan por lo siguiente:

Estudian pero los últimos días, las últimas horas...
Se acuestan tarde, se levantan temprano en el último momento, van a “revienta calderas” por el esfuerzo que hacen al final.
Los padres pueden tener una percepción de que su hijo estudia y se ha esforzado bastante.
Estrategias de intervención:

Una de las variables que más tiene que ver con el éxito académico, es que el alumno tenga un plan de trabajo diario, así aparece en estudios experimentales. Cuando se deja para el final es imposible asimilar toda la materia, es como querernos comer en un día lo que no hemos comido en diez, por ejemplo.

Tener un horario diario.

Dedicar todos los días un tiempo a los repasos. Cada día de la semana a una materia, por ejemplo una hora, así se va estudiando lo que ya se ha visto y que entrará para el próximo examen.

Que sea consciente que la estrategia de dejarlo todo para el final sirve cuando estamos en escalones inferiores en los estudios, pero al ir avanzando es imposible porque la materia a estudiar nos desbordará.
3ª.- Confundir "lo entiendo" con "ya me lo sé"

Se caracterizan por:

Confunden el "lo entiendo" con "ya me lo sé". Leen una lección y como la entienden, ya creen que la saben y dejan de estudiar.
Desconocen que el proceso de aprendizaje implica en un primer momento entender lo que se quiere asimilar y después tiene que haber un momento de fijación en la memoria, que se realiza a través de la repetición de los contenidos.
Referido a las disciplinas que precisan la realización de ejercicios y prácticas, los chavales que presentan esta dificultad son aquellos alumnos que fallan en las operaciones aunque sepan como se pueden hacer los ejercicios.
Estrategias de intervención:
Se impone una tarea de clarificación al alumno para que entienda los distintos momentos que tiene el proceso de aprendizaje: comprender los mensajes, elaborar un resumen-esquemático y fijarlos en la memoria. Estos pasos se descubren tras una breve experiencia en los estudios, pero puede ocurrir en los inicios de la vida académica que omitan alguno de los pasos comentados.

Hacer un seguimiento durante algún tiempo para comprobar que se ha entendido los pasos a seguir para estudiar un tema.

Que se den cuenta que tareas más difíciles conllevan más esfuerzo: repetición que lo que es más sencillo.

Preguntarles los padres lo que dicen que han estudiado para comprobar los resultados.
4ª.- Dificultades de concentración

Se caracteriza por:

Les cuesta mucho concentrarse, les cuesta ponerse a estudiar: desde que se sientan hasta que empiezan a estudiar pasa más de media hora. Están muy "a medio gas" y se les va fácilmente la imaginación.
Cualquier cosa que acontece a su alrededor atrae la atención y pierden el tiempo.
Su rendimiento neto es escaso, si se entiende por tal el tiempo en general que se dedica a una actividad menos el tiempo perdido por desconcentración.

Estrategias de intervención:
Si la concentración es la capacidad de dirigir todas las capacidades del conocimiento a la realización de una tarea, se ve que nos encontramos ante una de las habilidades fundamentales en el proceso del conocimiento. Se podría decir que si no hay un mínimo de concentración es prácticamente imposible el aprender algo, por tanto, la mejora de la concentración conlleva la mejora de la capacidad de aprender.

Como todas las capacidades, el desarrollo de la concentración es consecuencia de la ejercitación de la misma, por ello es frecuente que quien más dificultades tiene en la concentración es quien menos trayectoria de estudio tiene en su vida y al contrario.
La eliminación de los estímulos irrelevantes que puedan captar la atención de quien estudia: revistas, fotografías, prendas...
La eliminación de estímulos a los que pueda prestar atención de tipo sonoro, p.e. la radio o visual, p.e. la televisión.
Darse un tiempo para la realización de cada tarea o actividad y exigirse para tratar de realizarla en el tiempo previsto. No es conveniente enfrentarse a una tarea con tiempo ilimitado para realizarla.
Hay que empezar a estudiar a una hora fija para conseguir un buen rendimiento cerebral. Si una persona se acostumbra a hacer el esfuerzo de concentrarse todos los días a la misma hora, al cabo de unos días la cabeza se concentra con más facilidad a esa hora.
Como la concentración supone un “calentamiento mental” puede ser conveniente que antes de ponernos a estudiar dediquemos varios minutos –no más de cinco- a tachar letras que nos hemos propuesto en una hoja de periódico, p.e. las “a” que encontremos o las “o”, para después a continuación pasar a la actividad que tengamos prevista.
En la misma línea que el punto anterior podemos trabajar mentalmente series de números y letras combinándolas, p.e. sea la serie 1 2 3 4 A . Se trata de ir corriendo la letra A hasta la izquierda, así :
1 2 3 A 4 / 1 2 A 3 4 / 1 A 2 3 4 / A 1 2 3 4. Estas series se pueden complicar interviniendo más letras o números.

Tener claras las metas. No cabe duda que cuando algo queremos de verdad y lo proponemos como meta a conseguir, movilizamos todos los recursos que tenemos para tratar de alcanzar esa meta. En la medida que tengamos más claras nuestras metas en el estudio, más concentración tendremos para conseguirla.
Intercalar descansos. El proceso de atención tiene una curva de manera que cuando se lleva un tiempo decae. Por ello, es conveniente intercalar descansos para recuperar la concentración. Esos tiempos de descanso pueden ser por cada hora u hora y media de estudio, unos minutos de descanso –entre cinco y diez- .
Para sujetar la imaginación lo que podemos hacer es utilizarla en el estudio: en vez de hacer el esfuerzo de cambiar de pensamientos y empezar de nuevo cada vez que se nos va, hay que poner la imaginación en cada tema de estudio. Si está con volcanes, que se imagine cómo son, la lava que echan, etc. Eso ayuda también a que se grabe mejor las lecciones.


5ª.- Dificultades en la lectura

La lectura y su comprensión constituyen las herramientas de trabajo de nuestro intelecto. Las dificultades que tengan nuestros hijos en la lectura de inmediato se trasladarán en el aprendizaje.

Las dificultades en la lectura se caracterizan por:

No tener la suficiente velocidad lectora y comprensión de los textos que se leen. Tener que volver a leer algo para enterarse del texto.
Tener una pobreza de vocabulario significativa que se nota en las dificultades que se tienen para saber el significado de palabras de uso bastante habitual.
Tener dificultades en la expresión escrita para realizar textos con estructuras correctas y claras.
Tener tendencia a postergar las tareas. Se siente un rechazo a la lectura como medio de entretenimiento.
Si hay un problema más serio de fondo como puede ser la dislexia habrá que acudir al especialista para su solución, pues no basta con estudiar más.

Estrategias de intervención:

La habilidad lectora como cualquier otra habilidad se desarrolla con el entrenamiento, es por ello que la primera tarea a realizar es el ejercicio. Todos los días dedicar un tiempo a leer en voz alta para adquirir una entonación correcta que ayuda a la comprensión. Volver a repetir la lectura del mismo texto tratando de reducir el tiempo que se tarda en leerlo sin que afecte a la correcta entonación.

Hacerse preguntas sobre un texto leído acerca de las ideas más importantes que hay en el mismo.
Corrigiéndole los defectos de lectura ayudándole a hacerse un cuadernito de vocabulario. Con ese pequeño diccionario personal tendrá que hacer ejercicios con las palabras desconocidas.

6ª.- Lagunas en las materias. Falta base


Se caracteriza por:

Tener dificultades en las materias en que sus contenidos tienen una gran conexión entre unas partes y otras, p. e. las matemáticas. Es como una escalera con bastantes peldaños entre los que se da una continuidad. De igual manera que si en una escalera falta un escalón, no impide su utilización, pero cuando son varios seguidos se hace imposible transitar por ella, así en una materia que falte un escalón –conocimientos de unos contenidos previos- se puede superar con atención especial. Pero cuando faltan varios escalones –es decir, áreas importantes para proseguir estudios posteriores- es muy difícil avanzar en el estudio adecuadamente.
No tener asimiladas unas estructuras básicas de los contenidos de las diversas áreas, como consecuencia de un estudio para salir del paso en cursos anteriores.

Estrategias de intervención:
Dedicación de un tiempo especial a tratar de remediar esa laguna. Puede ser a través de un hermano mayor, los padres o un profesor particular. Se entiende que esta ayuda es complementaria a la marcha de las clases y por tanto, supeditada a éstas.
Potenciar las técnicas de estudio, no tener las suficientes habilidades para estudiar suele dejar lagunas en las materias que se han estudiado.

7ª.- Ansiedad ante los exámenes

Se caracteriza por:

Miedo a suspender o por tener un exceso de responsabilidad que les lleva a angustiarse. Suelen ser buenos estudiantes. Comienzan a estudiar y como salen con el gran miedo a suspender, se angustian. Quizá tras un año de malas experiencias, de un fracaso, de haber suspendido muchas... pierden la confianza en sí mismos y se sienten agobiados.
Tener en los días previos y/o en la realización de los exámenes un nivel de ansiedad o nerviosismo claramente por encima de lo normal. Hay que decir que los exámenes son situaciones generadoras de ansiedad para todos, pero hay una parte del alumnado que responde de manera sobredimensionada en este aspecto, teniendo un efecto negativo para el rendimiento en los exámenes.
La persona tiene pensamientos negativos y catastrofistas sobre los resultados que va a obtener. Anticipa que suspenderá, que no rinde, que se vendrá abajo....
Tener una activación de algunos sistemas fisiológicos de la persona, así en el sistema digestivo se suele tener sensación de nudo en el estómago, duermen mal, le sudan las manos, dificultades en poder desayunar porque se puede vomitar.....Aparece tensión muscular en algunos miembros como brazos, espalda o piernas. Pueden darse también palpitaciones.
Presentar movimientos o acciones automáticas que no puede controlar como comerse las uñas, necesidad de mover la pierna, dar toquecitos con el bolígrafo en la mesa...
Estrategias de intervención:

Es muy conveniente que se le explique de manera didáctica qué es lo que le está pasando y que sepa que tiene remedio lo que tanto le está afectando.
Explicarle que la ansiedad se manifiesta en tres niveles de respuesta. El primero es a través de los pensamientos negativos que tiene. El segundo a través de los sistemas fisiológicos de la persona: sudoración, palpitaciones, nudo en el estómago, y el tercer nivel se manifiesta a través de la necesidad de movimientos que tiene, que le puede llevar hasta el abandono del examen.
Intervenir en los tres niveles anteriores con distintas estrategias. Respecto de los pensamientos, cortando los negativos y catastrofistas, centrando la atención en lo que tengo que hacer aquí y ahora, no compararme con los demás en cuanto a lo que tienen hecho del examen, etc. Respecto del segundo nivel fisiológico, enseñando a nuestros hijos a relajarse. Es conveniente que practiquen algún deporte, pues tiene un efecto relajador. En el tercer nivel conviene que nunca abandonen el examen por mal que se puedan encontrar haciéndolo.
Todas estas estrategias requieren un entrenamiento y por tanto, tiempo y perseverancia por delante para que se puedan notar los resultados.

Para más información, consultar de nuestra web temática "Orientación Educativa" el artículo: Ansiedad ante los exámenes

ómo aprenden los niños

En otra ocasión hemos hablado sobre la necesidad de enseñar a poner límites a nuestros hijos. Para llevar a cabo esta necesidad, quizá sea de interés comprender el modo en que las personas aprendemos nuestras conductas, como camino para analizar las de nuestros hijos.

Empecemos por precisar algo sobre el concepto de conducta. A un niño no se le puede enseñar a ser bueno ni a ser obediente... Se le adiestra en conductas que le hacen parecer bueno, obediente... Las conductas son acciones concretas -adecuadas o inadecuadas- en circunstancias determinadas. Enseñamos a los niños a realizar conductas adecuadas en momentos determinados o a modificar conductas inadecuadas o que se producen en circunstancias inadecuadas.

La psicología del aprendizaje describe tres modelos principales de incorporación de conductas en la persona:

Condicionamiento clásico.
Condicionamiento operante o instrumental.
Aprendizaje observacional o vicario.


Condicionamiento clásico.

El condicionamiento clásico surge de los estudios de I. P. Pavlov sobre los estímulos condicionados en animales, que naturalmente tuvo reflejo importante en las teorías sobre el aprendizaje de conductas en las personas.

Las personas utilizamos esta forma de aprendizaje a través de la asociación de estímulos significativos para la supervivencia con otros no significativos biológicamente (apartarnos con urgencia ante el sonido de la sirena de una ambulancia), pero también sabemos que una sonrisa de nuestro interlocutor puede significar aprobación y que la ausencia de contacto visual con él supone, entre otras cosas, que no le interesa lo que le estamos diciendo y, por tanto, nos callamos.

En los niños este proceso de aprendizaje se da de manera más significativa. Rápidamente asocian estímulos condicionados con estímulos incondicionados. El niño que se muerde las uñas y se las untan con un líquido de sabor desagradable acabará asociando morder las uñas con la sensación de un sabor desagradable, de tal forma que acabará no mordiéndoselas aunque sus uñas no estén untadas.

Se puede utilizar esta forma de aprendizaje para descondicionar conductas. Si un niño tiene miedo al agua y se resiste a bañarse, la mejor manera de quitárselo sería exponerle al agua, de forma no traumática (sin aguadillas o empujones), y estar con él hasta que se tranquilice. Evidentemente este procedimiento sólo sirve en casos de miedo, no en el de fobias para las que es recomendable tratar con un profesional.



Condicionamiento operante o instrumental.

En el condicionamiento clásico lo que realiza el animal es una asociación entre dos estímulos que provoca una respuesta. El psicólogo norteamericano B. F. Skinner descubrió que a partir de la respuesta que da el animal se obtiene un reforzador que permite que se repita esa respuesta. (La paloma aprende a apretar una palanca para conseguir comida)

Si queremos que un niño repita una conducta tendremos que reforzársela, darle un estímulo, y si lo que buscamos es que deje de realizarla deberemos evitar cualquier refuerzo. Los estímulos reforzadores no tienen que ser siempre materiales. En los niños, son más reforzadores una sonrisa o una felicitación de los padres que una golosina.

El castigo está incluido en este procedimiento de aprendizaje: el niño que da una respuesta no aceptable obtiene un estímulo desagradable. Dentro del modelo se comprueba que reforzar positivamente las conductas es más efectivo que el castigo, ya que este, aunque no carezca de cierta eficacia, produce agresividad en el individuo y, cuando se abusa de él, indefensión.

El modelo también explica cómo enseñar conductas complejas, mediante un proceso de aproximaciones sucesivas. Si queremos que el niño aprenda un conducta compleja, descompongamos ésta en partes, ordenadas por el grado de dificultad, y vayamos reforzando su realización sucesiva. Un ejemplo: si queremos que nuestro hijo de seis años colabore en casa poniendo la mesa, al principio le pediremos que coloque el mantel y le felicitaremos por realizarlo. Después de varios días, cuando haya aprendido a poner el mantel, le pediremos que coloque el mantel y que lleve los platos y le felicitaremos por realizarlo. Así sucesivamente hasta conseguir el objetivo.



Aprendizaje observacional o vicario.

A diferencia de los dos paradigmas anteriormente citados en los que el sujeto pone en marcha sus habilidades frente a las situaciones, los psicólogos A. Bandura y R. H. Walters plantean el aprendizaje como un proceso que trasciende las características individuales: el sujeto no podría aprender conductas nuevas sin poseer un elenco de conductas previas, es decir, aprende observando cómo actúan otras personas.

Los niños, más que nadie, son propensos a imitar las conductas que ven en personas significativas. Por tanto nos encontramos con una herramienta potente en el proceso de enseñanza de conductas pero también con una fuente de aprendizaje de conductas poco adecuadas. Un niño no necesita a nadie que le enseñe a ser violento si descubre que hay héroes de la televisión o del deporte que realizan conductas violentas y son aplaudidas por ellas.

Podemos utilizar sus personajes favoritos para señalarles aquellas conductas que nos parezcan apropiadas, o comportarnos delante de ellos como queremos que se comporten.



Algunas ideas más

El refuerzo, la ausencia del refuerzo o el castigo han de ser contingentes a la conducta desarrollada. No se puede castigar o premiar una conducta semanas después de que ha sucedido porque el niño no asociara conducta y refuerzo.
Si se refuerza o se sanciona una conducta, se ha de ser consistente. No se puede reír una conducta que horas después será amonestada. De este modo se refuerza y castiga la misma conducta lo que produce desorientación en el niño.
El refuerzo o castigo han de ser proporcionales. No se puede premiar el que un niño ponga la mesa con una videoconsola, ni castigar el que rompa accidentalmente un vaso con la retirada de la paga de dos meses.
Se ha de ser coherente con las conductas que se exijan, y con los premios o castigos que se prometan. Los padres han de cumplir aquello que piden a sus hijos.

¿Qué hay sobre el fracaso escolar?

Actualmente estamos siendo testigos de una realidad que salta a los medios de comunicación en relación con el sistema educativo, o más bien, con su estado de salud, y es el consabido FRACASO ESCOLAR: ¿realmente hay tanto fracaso escolar como se dice?; si es así, ¿sabemos de forma fiable en qué etapas se da más y/o menos?; ¿coinciden los expertos en las causas que lo provocan?, ¿y en las consecuencias?, ¿y en las posibles soluciones tanto desde casa como desde el mismo sistema educativo?; ¿es verdad que España registra más fracaso escolar que los países de su entorno? Por último, ¿si esto es una realidad que se manifiesta desde hace años, incluso décadas, qué es lo que impide poner freno y darle solución? En este artículo intentaremos reflexionar sobre estos puntos y alguno más.

Es preciso, antes de nada, intentar definir qué entendemos por FRACASO ESCOLAR. En primer lugar, hablamos de fracaso escolar cuando un alumno no consigue los objetivos propuestos para su nivel y edad y existe un desaprovechamiento real de sus recursos intelectuales. Es decir, en principio, el sistema se plantea unos objetivos determinados para los individuos de una cierta edad y en el momento que esos objetivos no se cumplen, hablamos de fracaso. Por tanto, visto así, el fracaso afecta a todos y la punta del iceberg es el alumno que no tiene éxito. Luego, podemos deducir, que es una persona, un miembro de la sociedad que necesita ayuda y la sociedad tiene que saber responderle…, ¿en verdad es así?

Y es que ¿es verdad, tal y como decíamos al principio, que existe tanto fracaso escolar? Veamos con qué DATOS y estudios contamos. Parece ser que el 72% del desempleo de los menores de 25 años tiene relación estrecha con el abandono de los estudios y el fracaso escolar. Así y según el Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), casi la tercera parte de los alumnos adolescentes de España, estudiantes de ESO, obtiene calificaciones negativas. En la enseñanza media, un 32% de los alumnos repite curso, un 35% no termina con éxito 2º de ESO, el 48% no supera el bachiller y en la universidad el abandono de los estudios ronda el 50%.

Además en España uno de cada cuatro niños fracasa en sus estudios, con los consiguientes problemas que conlleva a nivel psicológico, emocional, de autoestima, etc. Por materias, es en las áreas instrumentales (Matemáticas, Lengua) donde aparece mayor fracaso muerte afecta a todos los humanos.

En otro documento al que hemos tenido acceso leemos que un estudio realizado por el Instituto Nacional de Evaluación y Calidad del Sistema Educativo (INECSE) confirma que la mitad de los alumnos españoles corre el riesgo de no acabar el Bachillerato o la Formación Profesional. Este informe pone de manifiesto el gran porcentaje de estudiantes que abandona de manera prematura el sistema: ni más ni menos que el 29% de laspersonas entre 18 y 24 años abandonaron en 2003 sus estudios antes de obtener el título correspondiente. Estos datos corroboran el último informe PISA en el que España quedaba por debajo de la media europea en alguna materia como Matemáticas.

Los datos anteriores varían de unos informes a otros pero podemos concluir que sólo un 2% de los fracasos se debe a factores intelectuales, mientras que alrededor de un 29% está originado por trastornos de aprendizaje, entre los que destacamos la dislexia. La misma proporción se debe a factores emocionales de todo tipo y un importante 10% se debe al Trastorno de Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDAH) Por último hay que decir que el fracaso escolar puede deberse a las dificultades acumuladas en el aprendizaje después de varios cursos.

Todos los informes que podamos utilizar vienen a coincidir en que el niño tiene problemas de lectura y comprensión, que es lento a la hora de captar el lenguaje oral, que le falta concentración, que su nivel de atención es inconstante e insuficiente, que no está conectado en tiempo real a lo que sucede, que no es maduro para entender lo que pasa a su alrededor, que no es capaz de mantener una postura adecuada, que es desordenado, …Ante toda esta información, seguimos insistiendo, ¿cuáles son las causas de esta situación?

Las causas más reseñables son los trastornos de aprendizaje y los trastornos emocionales. Las podemos enumerar del siguiente modo:

1. Intelectuales. Como consecuencia de un desajuste entre la edad cronológica y la intelectual. Y no solo porque exista una discapacidad manifiesta sino también porque, en ocasiones, hay un bajo nivel de lectura comprensiva, asociada a una falta de vocabulario y a la falta de hábitos de lectura.

2. Motivacionales. Cuando no existe la actitud, la tendencia o atracción hacia el aprendizaje. La desmotivación puede venir dada, entre otros factores, por una inexistente correlación entre los contenidos impartidos en el aula y las necesidades reales de una sociedad tan cambiante como la actual. Es importante que en estos casos, el niño reciba estímulos positivos como el reconocimiento por los seres queridos, la aceptación social y el logro de metas a corto plazo.

3. Falta de esfuerzo. Muy unidas a las anteriores. Se trata de cuando dedica menos tiempo del necesario o no aprovecha debidamente ese tiempo al hacer un estudio con escasa intensidad, es decir, baja concentración, bajo nivel de comprensión y falta de memorización de lo estudiado.

4. Orgánicas. Se definen por problemas físicos que provocan cierto grado de absentismo escolar o por enfermedad crónica que genera cierto grado de cansancio en el niño.

5. Emocionales. Se dan tanto en niños con carencias afectivas como en niños sobreprotegidos, así como en niños hiperactivos, inseguros o con exceso de fantasía. Estas causas degeneran en trastornos del carácter acompañados de inestabilidad, cólera y reacciones negativas hacia el profesor y compañeros lo que ocasiona importantes dificultades de integración en el aula.

6. Falta de técnicas y hábitos de estudio. El alumnado debe aprender a aprender. Deben saber cómo se aprende y ello exige la utilización adecuada y en el momento y forma adecuados de las técnicas de estudio correctas.

7. Programación inadecuada. A veces existen tareas de excesiva dificultad para el nivel de maduración del alumno. Otras veces se pretende que el alumnado alcance de igual forma el mismo nivel.

Ya sabemos que las causas del fracaso escolar es múltiple y hay quien las centra en la influencia negativa de tres elementos muy conocidos en las familias de hoy día:

La televisión: según la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, los niños españoles son los más "teleadictos" de Europa con un 97% de los chicos enganchados a la televisión unas tres horas y veinte minutos diarios por término medio. La revista Archives of Pediatric and Adolescent Medicine, de julio de 2005, incluye tres estudios que relacionan el uso de la televisión con las calificaciones escolares: en todos los casos, los niños que más televisión ven, sacan perores notas. Por el contrario, los niños que tienen ordenador en casa obtienen, al menos en algunos casos, mejores calificaciones.

Los videojuegos: para un 60% de los niños (según la Asociación de Fabricantes de Juguetes), los videojuegos son otra forma de entretenimiento favorita. Además de las videoconsolas hay que destacar también los juegos de ordenador.

Otros inventos electrónicos: aquí habría que incluir las play-station, las game-cube, las game-boy, etc.

Ante esta situación que describimos y una vez que aparece el fracaso escolar, es decir, cuando el niño empieza a traer suspensos a casa, ¿CUÁLES SON LAS REACCIONES QUE SE DAN?

1. Una gran parte de padres tienen tendencia al castigo como primera reacción. El padre que recurre al castigo, a los gritos no se ha preocupado del hijo durante las 10 o 12 semanas que dura una evaluación y se limita a llevarse el gran disgusto cuando llega el boletín con las notas.

2. La reacción anterior es acompañada de una búsqueda inmediata de profesor particular.

3. La humillación. Las familias tienden a usar expresiones como "eres un vago", "no vas a ser nada en la vida", "eres un inútil", etc. Lo que se está generando es inseguridad en el chico por oír comentarios tan negativos como los anteriores.

4. No hacer nada después de los grandes gritos. Suele ser frecuente olvidarse del enfado cuando ha pasado un poco tiempo y el chico vuelve a estar abandonado a su suerte. Los padres vuelven a estar inmersos en la dinámica de sus preocupaciones, del día a día y en una gran mayoría, se cae en el olvido del fracaso hasta la próxima.

5. Búsqueda de información. No obstante, antes de tomar decisiones precipitadas, los padres deben obtener información y la primera fuente de información es el propio niño, el supuesto "fracasado" para ver las verdaderas causas, motivos del hecho. También se puede concertar una entrevista con el tutor o con el profesor específico con quien el niño ha presentado una nota negativa.

Por tanto, ante la situación de fracaso escolar, la FAMILIA adopta un papel prioritario para la solución o intento de solución del mismo llevando a cabo distintas acciones:

1. Hay que aceptar y reconocer que el hijo tiene dificultades.

2. Demuestren que le quieren no por sus éxitos sino por él mismo.

3. La información sobre todo lo relativo al centro educativo es primordial.

4. Participen en las actividades del centro educativo que precisen la presencia de los padres.

5. Muestren predisposición y atiendan sus necesidades y preguntas en casa.

6. No cometan el error de hacerle el trabajo (deberes) con el engaño y creencia de que así le ayudan.

7. Háganle saber que no saben la respuesta a las preguntas que hace su hijo y propónganle buscar juntos la solución.

8. Potencien en el hijo la confianza en sí mismo.

9. Permítanle que tome decisiones y asuma responsabilidades.

10. No le comparen con otros miembros de la familia.

11. Sean coherentes. Si ustedes leen en casa, están transmitiendo una actitud positiva que se contagia y es más fácil compartir aficiones.

12. No asedien a su hijo con la idea del estudio.

13. Hablen con su hijo para conocer mejor el problema antes de tomar decisiones que más tarde les podrán llevar al arrepentimiento.

14. No amenacen ni castiguen; hay otros
caminos como el pacto, la estimulación…

15. Enseñe (si no lo hacen en el centro educativo) a utilizar las técnicas adecuadas y a estudiar.

16. Evite transmitir mensajes negativos como "no vales", "no sabes", "eres mal alumno", etc.

17. Celebren sus éxitos por pequeños que sean.

18. Las clases particulares no siempre son la solución.

19. La ayuda de los maestros suele ser muy valiosa siempre que los padres van a ellos con una actitud adecuada. Los educadores tienen datos del rendimiento del chico y observaciones de su comportamiento en clase.

20. Tener clara la vocación profesional es la principal fuente de motivación del adolescente, por lo que es fundamental ayudarle a decidir la carrera o profesión que quiere estudiar. En este sentido, una buena orientación profesional puede dar buenos resultados (es aconsejable acudir al orientador escolar del centro educativo)

21. Enséñenle a apuntar las tareas en una agenda con precisión, a organizar el tiempo en casa (hacer horarios con tiempos de estudio y de descanso), proponerse metas cortas…


Por último nos preguntamos si toda la solución recae y la encontramos únicamente en el entorno familiar. Dicho de otra forma, ¿QUÉ PAPEL JUEGA EN TODO ESTE PROBLEMA EL SISTEMA EDUCATIVO? Efectivamente, el sistema educativo también tiene algo que decir y hacer. Ya decíamos al principio que es un problema de todos. En resumen apuntamos algunas medidas que este sistema educativo español tan cambiante pretende aplicar como solución o lucha contra el fracaso escolar:


1. Competencias básicas. La lectura, la escritura y el cálculo (matemáticas) son los pilares en los que se basará el aprendizaje del alumnado.

2. Repetir curso.

3. Examen de recuperación o extraordinario.

4. Las evaluaciones de diagnóstico en distintos momentos educativos pretenden velar por el estado de salud del sistema.

5. Educación infantil gratuita.

6. Más recursos para los idiomas extranjeros.

7. Autonomía de los centros.

8. Financiación.

Mi hijo era un buen estudiante

“Resulta demasiado obvio decir que nuestros hijos crecen y que van cambiando conforme van pasando los años. Es lo natural que cuando llega el momento, esos pequeños que con su llegada a nuestro hogar lo revolucionaron todo, iluminando cada rincón de la casa, vayan cambiando su aspecto físico. De pronto, unos de manera más precipitada (casi como de un día para otro...), otros con más calma (como si les costara dar el paso...) dan el estirón. A ellas les viene la regla, se les van redondeando las formas, les crecen los pechos, pasan más tiempo encerradas en el cuarto de baño, absortas en frente del espejo, como intentando reconocerse en esa imagen que les devuelve, distinta, sin más. A ellos les cambia la voz, les sale barba y miran desconcertados como les crece “todo”. Y, los más, tienen que soportar esos granitos que aparecen en la cara y que les convierte, ante la mirada curiosa del resto del mundo, en lo que son: adolescentes.

Y, nosotros, sus padres y sus madres, nos convertimos en sufridores. En ocasiones, llevamos tiempo esperando este momento, leyendo libros o escuchando las experiencias de otros padres o poniendo la atención en lo que dicen los gurús en el tema. Aún así, la llegada de la adolescencia de nuestros hijos nos pilla de sorpresa y con la sensación de que no sabemos cómo acercarnos a ellos, nos sentimos tan vulnerables, tan ignorantes... Y eso que ya llevamos doce, trece o muchos más años siendo y ejerciendo de padres y madres (y no lo hemos hecho tan mal).

Para empeorar las cosas, comienzan a venir los notas del colegio llenas de “no promociona”. No nos lo podemos explicar, ¡si antes mi hijo era un buen estudiante!”.

Son muchos los padres y las madres que subscribirían estas palabras.

No podemos negar que los años de la adolescencia son particularmente duros y difíciles, pero sobre todo para los propios adolescentes. Aunque esto último, a veces, se nos acaba olvidando intentando comprender sus cambios, los porqué de sus comportamientos tan “raros”, tan diferentes de otros tiempos y que nos lleva a cometer un primer error: poner en cuestión nuestro buen hacer y saber de padres. No podemos caer en la tentación de trasladar el problema de ellos a nosotros, culpabilizándonos o responsabilizándonos de los resultados académicos. Mucho menos adecuado será intentar ignorar el asunto, echar la culpa a los profesores o al nuevo grupo de amigos del instituto.

También es cierto que no existe la adolescencia sino que existen los y las adolescentes y que, por tanto, no valen las mismas recetas para todos. Esto nos puede llevar a pensar que no en todos ni todo en ellos va a ser conflicto, tensión o provocación. Y que la mayoría dispone de los recursos necesarios para atravesar esta nueva etapa de su vida sin grandes traumas o angustias.

Estos chicos y chicas están iniciando un largo camino en el que son muchos los aprendizajes que tendrán que ir adquiriendo hasta llegar a ser adultos. No sólo cambian físicamente, como nos transmitía el testimonio de la madre que transcribíamos al comienzo. Eso sólo es parte de un proceso que va a ser multidimensional: desarrollo moral, cambios en su imagen corporal, nuevas perspectivas en sus relaciones, paso de un pensamiento concreto a un pensamiento formal, abstracto, lograr un rol masculino o femenino, conseguir la independencia emocional, responder a las exigencias externas y a las internas...

Focalizaremos nuestra atención en dos aspectos que nos pueden dar claves para entender mejor a esos chicos que, siendo buenos estudiantes, comienzan a traer los tan temidos “no promociona” en sus notas.

Formación de su identidad

Cabe diferenciar dos fases en este proceso de autoconstrucción de su persona. En un primer momento, comienzan a darse reacciones de carácter negativista, de rechazo de casi todo lo que hasta ese momento adoraban (entre ese todo también están los padres). Algunos autores lo llaman el periodo de la crítica anárquica.

Después vendrán los intentos de reconstrucción, de reorganizar con peculiar estilo su manera de interpretar el mundo y de dar sentido a la vida. En ese proceso volverá a retomar muchos de los elementos que desestimó y otros muchos nuevos que vaya experimentando en función de su itinerario existencial (y ahí volverán a estar los padres, aunque de modo diferente a como estuvieron durante la infancia, todo depende de lo presentes o ausentes que hayan estado en esa fase de la vida de los adolescentes).

En esa primera fase, no resulta difícil entender que cuestione esos valores que le hemos ido transmitiendo durante los años de convivencia con nosotros. Entre esos valores pueden estar el buen hacer en el colegio para “ser algo el día de mañana”, la necesidad de ser el mejor para ser competitivo en el futuro y ganar dinero, el poder llegar a ser lo que “yo no pude ser”... (cada cual verá dónde está).

Desarrollo cognitivo

Si el resto de los cambios son importantes, éste es especialmente relevante. Muchos teóricos de la psicología y la pedagogía le han dedicado abundantes trabajos. Este momento de la vida de nuestros hijos les permite pasar de un tipo de pensamiento ligado a lo tangible y a lo concreto, a un modo de pensar en el que ya pueden hacer hipótesis, abstracciones, reflexionar sobre sus propias ideas, criticar las de los demás, tomar decisiones anticipando las consecuencias, adquirir nuevos valores... y, por tanto, distanciarse de la realidad para crear su propia realidad de un modo, a veces, muy radical. Se pone en evidencia un egocentrismo, diferente del que tenían cuando eran pequeños, que les lleva a crear sus fábulas o historias personales en las que se convencen de que lo que les pasa sólo les ocurre a ellos y que el resto del mundo les observa tanto como ellos se miran a sí mismos (el auditorio imaginario).

Al final, nos encontramos ante chicos y chicas que están tan ensimismados en esta tarea de hacerse adultos y tan sorprendidos por lo que les pasa, que no es de extrañar que sus intereses estén alejados de los contenidos del currículo de la ESO, por muy bien presentados y pensados que estén.

Dicho esto, ¿qué hacer cuando llegan los “no promociona”?, ¿cómo lograr que sean algo anecdótico y que no se convierta en algo crónico?

Algunas pautas:

La actitud de los padres debe ser serena y tranquila.

No podemos permitirnos dejarnos llevar por el enfado (aunque nos disguste lo que ocurre) o por el dramatismo (no es el fin del mundo).

Dialoguemos con nuestro hijo y escuchémosle (a veces, tras el bajo rendimiento hay preocupaciones que una conversación relajada puede resolver).

Prestemos atención por si hay otras señales de alarma (en ocasiones, las malas notas van unidas a “llega tarde”, “creo que últimamente me falta dinero”, “falta a clase”...). Con lo cual, el problema ya no son las notas.

Estemos en contacto con los profesores y escuchemos los datos que éstos nos ofrezcan (no hay que olvidar que son profesionales de la educación y que pasan mucho tiempo con sus alumnos).

Transmitámosle con firmeza y con confianza que el estudio forma parte de sus responsabilidades y que ninguno de sus argumentos -quizá muchos y buenos- pueden anteponerse a esta tarea. No nos dejemos enredar en “su dialéctica”.

Ayudémosle a organizar sus tiempos de estudio y respetemos sus tiempos de ocio y descanso.

Siempre es más rentable proponerle actividades de refuerzo que de castigo. Y si hay algo que le motive con intensidad como un deporte o una afición (aunque no nos guste en exceso), no lo utilicemos como sanción. No resultará y hará que nos confirme como sus enemigos.

Critiquemos sus comportamientos ante el estudio, pero no su persona (es fácil entrar en desvalorizaciones como “es que eres un vago” o “si no lo haces es porque no quieres”).

Cuando hablemos con nuestro hijo, centremos el tema en el estudio. No mezclemos contextos (“y además de no estudiar, ¿por qué no has hecho tu cama ni has ordenado tu habitación?). Ya habrá otro momento.

En clave de diálogo y no de amenaza, advirtámosle que sus comportamientos tienen unas consecuencias (“si no estudias por la tarde durante el tiempo pactado, no verás la televisión esta noche”).

Seamos coherentes y firmes durante todo el proceso, que en ocasiones, será largo. No podemos decir hoy algo y mañana negarlo porque no nos viene bien a nosotros (“esta vez te levanto el castigo...”, porque mantenerlo significa quedarnos con él en casa supervisando sus tareas).

Démosle tiempo para el cambio, nada se resuelve de un día para otro.

Cuando nuestros hijos llegan a la adolescencia, no podemos seguir tratándoles como a niños. Los adolescentes opinan, piensan y deciden. Pasemos de imponer a negociar, escuchar y compartir, pero sin renunciar a lo que creemos adecuado para ellos.